Literatura
y Memoria
(A
propósito de mi libro “Entre dos aguas”)
“La memoria”, dice Sebald, “es el espinazo
moral de la literatura”. Juan Gabriel Vasquez.
“Se puede olvidar un rostro, pero en
modo alguno se puede borrar de la memoria el calor de una emoción, la suavidad
de un gesto, el sonido de un voz tierna.” Tahar Ben Jelloun.
“… recordar es imitar a la vida en
un intento de alcanzar la inmortalidad de aquello y de aquellos a los que
recordamos”. León Cohen.
“Más tarde o más temprano, el tiempo nos devuelve al
jardín de la infancia, al jardín de los recuerdos, que para mí siempre será el
Jardín de las Hespérides.” León Cohen.
“El viento de Levante arrastra los recuerdos, los
empuja desde la otra orilla, esa orilla tan nuestra, tan próxima y lejana, la
orilla exacta, la orilla africana. Son voces, jolgorios e imágenes
inventadas por una memoria ya vieja y alejada en el tiempo y el espacio. Son los ruidos de la infancia y de
la primera juventud. El viento del pasado es un viento lejano que sobre todo
nos acerca a nosotros mismos, a lo que nunca hemos dejado de ser y de sentir.” León Cohen
Nuestra memoria está llena de puertas entreabiertas donde reinan
fantasmas y misterios por desvelar. La memoria es la
herramienta que el escritor utiliza para recuperar, reconstruir y recrear el
pasado, el instante o el personaje. Pero este
tiempo pasado que el escritor pretende recrear, no se halla envasado y
dispuesto para ser reproducido, queda por
hacer un enorme esfuerzo de reconstrucción y sobre todo de imaginación,
para que el relato o el cuento resulten
atractivos al lector. La memoria propia no está únicamente constituida por
momentos o situaciones vividas por uno mismo, también es la memoria de otros. Son los hechos vividos por otros, historias
que le llegaron contadas al escritor por aquellos que las vivieron o por
aquellos que las recibieron de otros. Existe pues una memoria de la memoria de
otros. El trayecto o recorrido del hecho “real” está sujeto en su
transmisión, a sucesivas e inevitables interpretaciones ajenas y propias, de
manera que la recreación escrita en
forma de relato es única y más o menos alejada de la realidad del suceso o
personaje descritos por el escritor.
Pero lo sorprendente de un relato de la memoria, no es tanto la fiel transcripción de un hecho,
sino la
recreación de un ambiente y de un entorno, que otros que vivieron ese
tiempo, puedan reconocer como propios, elevando entonces al relato a un
grado superior, al convertirlo en memoria colectiva de una generación o
de un tiempo.
Todos somos sobrevivientes
del inevitable exilio de nuestra casa común que es la infancia,
pero hay también otros exilios no tan inevitables, que han producido una gran
literatura hecha de pequeños desgarros, como los producidos por la pérdida de la casa materna (el locus
mater), de la tierra de origen, aquella en la que cada uno fue edificando sus primeras referencias vitales.
Ahondando
en la reflexión sobre los relatos de la memoria, quisiera enfatizar diferentes
conceptos presentes en ellos:
·
Por una parte, el viaje en el tiempo de dos personajes: Uno, el niño o el joven
que vivió el hecho y otro el escritor que lo relata, son una misma persona,
pero situados en tiempos distintos, esta dicotomía tiempo-literatura o ubicuidad temporal como la llama algún
autor, es digna de ser estudiada y analizada. “…el recuerdo se actualiza, es parte del ahora en el que comparece en
la mente, sigue siendo pasado y presente a la vez” según Ricoeur.
·
Por otra parte, el concepto de alteridad, pues el otro, los otros
(esos que están presentes aunque no aparezcan) y en ocasiones lo otro, son los
verdaderos protagonistas de los relatos.
Este
libro que recoge casi todos los relatos y cuentos escritos a lo largo de veinte años (entre 1992 y 2012), algunos ya publicados en libros anteriores como Relatos Robados al Tiempo o La Memoria Blanqueada y otros dispersos en
varias antologías como Viajes a Larache,
Caminos para la paz, Calle del agua,
Ufrán y por último Zarzamoras; es
paradigma de todo lo expuesto.
Hay
que remarcar, que aunque muchos de los relatos de este libro hablan de la otra
orilla, la orilla atlántica, sin
embargo, todos han sido escritos en y desde ésta, la orilla mediterránea. El
escritor se sitúa pues, entre dos mares, uno, presidido por su inmensidad y su
bravura, que se concreta en el estruendoso rugido de las olas al romper contra
los acantilados en Larache; otro, por la
incomparable luz mediterránea, que se manifiesta
en cualquier día de verano en Algeciras.
Este
libro es o aspira a ser, un libro de relatos y cuentos donde en muchos de
ellos, el lector encontrará dificultades para distinguir la frontera entre unos
y otros, donde los recuerdos, la fantasía y la ficción se entremezclan de
manera que no se sabe muy bien donde empiezan unos y donde acaban otros. Qué importa que lo que se cuenta haya o no
sucedido o que haya sucedido a medias y que la otra mitad sea pura invención.
En realidad, el escritor de relatos cuenta historias verídicas que nunca
ocurrieron e inventa situaciones que sí tuvieron lugar, con la única pretensión
de confundir e interesar al lector lo suficiente como para obligarle a tratar
de descubrir lo que las palabras
esconden.
Estos relatos siempre han representado para mí, algo
más que palabras más o menos bien escritas o bellas historias. Estos relatos tienen
alma, pues en ellos he proyectado mis emociones para que otros las sientan. Las
lágrimas que derramé al escribirlos impregnaron para siempre estos trozos de
vida recreada para otros. Siempre he demostrado dificultades para transmitir
con la palabra hablada lo que es tan evidente en mi escritura, por eso en
ocasiones, al hablar, tengo la sensación de defraudar al lector que me acaba de
expresar el entusiasmo que le procura mi
literatura.
Quizás
este pequeño ensayo pueda servir de análisis más o menos objetivo, sobre las
razones profundas que me llevaron a recrear en mis escritos un mundo
desaparecido y solo presente en mi memoria visual, sentimental y en ocasiones
olfativa. 2013