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domingo, 2 de mayo de 2021

BUENAS NOCHES PAPÁ

 

Buenas noches papá

¡Joder cómo pasa el tiempo! Diecisiete años, desde  que te fuiste, así de pronto,  sin despedirte, como queriendo evitarnos el mal trago de las despedidas. Ya solo me llevas doce años. Es normal, tú te marchaste y yo sigo avanzando o retrocediendo (?) hacia ti. Pero esta carta que se me ha ocurrido escribirte pasados tantos años, tiene  que ver con muchos asuntos, entre ellos el fútbol, por qué no decirlo. Qué extraño que se me ocurra a estas alturas hablar contigo de fútbol, cosa que casi nunca hice cuando vivías. La vida tiene estas cosas. Recuerdo cuando nos llevabas a mi hermano y a mí a ver los partidos en Santa Bárbara, primero a ver al  Larache C.F. de Bozambo y más tarde al Chabab de Facundo, Bouchaib, los hermanos Roda, Said y Riahi entre otros. Tú eras hincha del Atletic de Bilbao. Años más tarde,  a mediados de los 60, yo también me hice futbolista en equipos juveniles, pero tú nunca fuiste a verme jugar, ni siquiera en Tánger cuando mejor lo hice. Te lo perdiste, porque valía la pena. No tuvimos esa suerte, tú de verme y yo de que me vieras. Siempre mantuve la esperanza de que un día aparecieras. En más de una ocasión he tenido la tentación de robarle treinta o cuarenta años al tiempo que tiene tantos. En fin, hablar por hablar  y desear por desear. Pero lo que tú nunca hiciste y que yo siempre deseé, ha tenido lugar en otro tiempo y con otros protagonistas. Yo soy ahora el abuelo espectador que hace las veces del padre que tú no fuiste conmigo y mi nieto es el extraordinario jugador que yo un día fui. Se ha producido una traslación temporal y se han colmado mis deseos. Somos cómplices, yo soy su espectador más importante y él es mi jugador favorito. Él ejecuta mi partitura en el campo y yo disfruto de esa ejecución. Pues ambos tenemos la misma idea de la sinfonía futbolística. Es, puedo afirmarlo un magnífico e insólito solista, que tiene la rara virtud de acariciar el balón y de conducirlo con un hilo invisible, de manera que al salir de su pierna izquierda un disparo cruzado a puerta, incluso después de haber entrado en la red, parece como si el balón siguiera atado a él por fuerzas invisibles. Mira papá, Álvaro todavía no ha cumplido diez años, pero siempre, en cualquier partido, tiene detalles y movimientos que  solo están reservados a muy pocos jugadores. Por sus recortes, por su forma de tejer y destejer esa especie de tela de araña dando puntadas pequeñas, haciendo moverse el balón en todos los sentidos en un palmo de terreno, sin que los contrarios puedan arrebatárselo, por sus pases (asistencias en lenguaje actual), por sus disparos a puerta, por su forma de intuir y de sentir el fútbol, se trata de un verdadero artista. Necesitaba contarte esta vivencia. Pero hay más cosas. Diecisiete años dan para mucho.

   Hablaré de lo más reciente: En estos tres últimos años, España ha sufrido una crisis financiera sin precedentes, que ha llevado al país a la ruina social, principalmente porque la gestión que ha hecho la Unión Europea, comandada por los de siempre,  ha sido desastrosa. Hay millones de familias en situación crítica, y únicamente  la cohesión y los lazos familiares tan fuertes en el Sur, han conseguido que sigamos en pie. Los números y las cuentas de la macroeconomía son un cuento que ya nadie se cree. Todos los españoles nos hemos empobrecido y hemos perdido el optimismo quizás para siempre.  Nos sentimos deprimidos. Casi todas las conquistas sociales han sido cercenadas. Ya no podemos creer en nada. Todo es volátil.  La crisis continúa hoy once de febrero de 2014 y nadie sabe dónde  está la luz al final de este túnel que parece interminable.

Pero vayamos a cosas más íntimas y cercanas. No quiero causarte ni pena ni desazón, pero en estos años son muchos los que nos han abandonado, algunos de manera muy injusta, y su marcha nos ha causado un daño irreparable. Hemos aprendido que la vida puede ser muy cruel.  Ya lo sé, todos estamos aquí temporalmente, pero hay muertes imprevistas, inadmisibles, casi insoportables. ¡Qué te voy a contar que tú no sepas! Tú que tuviste la mala suerte de vivir la guerra en la cárcel de Larache, fue poco tiempo, pero el horror enorme. Imagino que nunca olvidaste aquella terrible vivencia.

¿Recuerdas cuando tenía veinte años y me decías en alguna que otra ocasión, que no haría, ni sería nada en la vida? No solo llegué a la máxima categoría en la empresa, también en la universidad. Profesionalmente he completado una trayectoria de la cual me siento más que satisfecho y de la que tú te sentirías orgulloso, me consta. Ves papá, nunca hay que retar a un joven de veinte años. Por eso quiero creer que lo decías para sacudir  mi amor propio y fustigar mi autoestima.

Tú me enseñaste por acción y por omisión, a respetar a los  padres y a  ser generoso con los demás. Hacías el bien, ayudabas a quien lo necesitaba  y nunca lo mencionabas, ni presumías de ello. Era tu manera de ser, que aunque no lo pretendieras impregnaba a los demás. Los gestos y los silencios tienen más poder que las palabras. Después de tanto tiempo, sigue emocionándome tu recuerdo, tu risa, tu optimismo, tu indudable carisma.  Buenas noches papá.

                                                                                              Febrero 2014    

CARTA A MI PADRE

 Carta a  mi padre


No nos vemos desde el día 4 de julio del año 1997. Mucho tiempo, aunque todavía no demasiado. Sin embargo, hay días como hoy, en que no tengo mucho que hacer y me gustaría acercarme a tu tienda de coches usados a echar un rato contigo, como hacía hace unos años. Para nada en concreto. Para sentarme a tu lado en la tienda mientras tú, te fumarías un cigarrillo y para estar callados y de vez en cuando hacer un comentario corto, una picotada sobre cualquier tema, sin venir demasiado a cuento, supongo que por no  dejar al silencio vacío. De vez en cuando conviene llenar el silencio con palabras.  Por ejemplo comentaríamos algo sobre la insoportable e inadmisible guerra de Irak o sobre el abandono de las colonias por los israelíes. O para contarte que voy a tratar dentro de unos días de sacar la Cátedra de Universidad. Sé lo que me dirías: Pero tú, como es que no eres catedrático con lo que has estudiado. A ti de qué te van a examinar “esos”. Yo sonreiría y diría que así son las cosas. Dirías, bueno, vamos a tomar un café con Juanito y nos levantaríamos y tú te tomarías el café y charlarías con Juanito mientras yo os observaría y metería alguna cuña en vuestra conversación hecha de retazos.

Tú, como siempre, seguirías hablando de tu chiquillo y le dirías a Juan que iba a ser Catedrático en unos días, si éste está más preparado que ninguno de esos. Y tu chiquillo que está a punto de cumplir 59 años se comportaría como un  chiquillo, callando y mirando para otro lado. Recuerdas, en el Bar Perico de Larache, allá por los años cincuenta y tantos, cuando yo era un chiquillo de verdad,  les decías aproximadamente lo mismo a tus amigos: dile que multiplique o que sume verás, verás, y yo entonces me ponía colorado, colorado,  y me bloqueaba, aunque tenías suerte, porque nunca me equivocaba  en el cálculo mental y tus amigos decían: joder con el niño, vaya tío, Jacob.

Hoy seguramente iría a verte acompañado de mi nieto Alejandro, tú harías lo de siempre, darle un beso y algún dinero para que se comprara algo. Si conocieras a mi nieto, es un chaval guapísimo y con carisma. No sé si te gustaría, con lo maniático que has sido siempre, pero seguro que tú a él sí.  

Mamá murió en el 99, ni siquiera te sobrevivió dos años. Lo pasó muy mal con lo tuyo, y perdió las ganas de todo. Ella se fue contigo aunque mantuvo su maltrecho cuerpo aquí.

Por aquí las cosas no han cambiado demasiado, la gente se sigue matando en guerras absurdas, la envidia sigue reinando en cualquier esquina del planeta  y  todos tenemos ocho años más.

Algunos días te reinvento y sueño que paseamos juntos por las calles de todas las edades en las que hemos convivido. Sueño que entiendes todo lo que te cuento y lo que me callo. Sueño que por fin eres capaz de hablar conmigo de igual a igual, sin reservas, sin consejos de persona mayor, sueño que te hablo como a un amigo (cosa que nunca he hecho, ya sabes, las barreras absurdas que separan a los padres de los hijos) y observo  que así estamos más cómodos, que nos entendemos mejor.  Sueño que por fin admites que somos distintos, a ti te gusta sonreír y gustar al prójimo,  yo en cambio, prefiero el silencio y la discreción, soy más cuidadoso con los otros, tú eres más generoso. Tú tienes más carisma y mayor capacidad de seducción, yo soy más oscuro, más selectivo, quizá más prudente. Somos distintos aunque  complementarios, pero lo más importante es que nos respetamos, que siempre fue así, no sé cual de nosotros dos hizo más porque así fuera, pero fue bueno y eso siempre me ha dado tranquilidad de conciencia desde que te fuiste, por eso te lo digo ahora, ahora que ya no estás.  Esta carta que te escribo desde ninguna parte, esta carta va más allá del espacio y del tiempo, mas allá incluso de la vida y de la muerte, esta carta hace parte también de un sueño: el sueño de la reconciliación o mejor dicho, del encuentro del padre con su hijo (fíjate que no digo reencuentro, porque los padres y los hijos rara vez se tropiezan).  Esta carta es un sueño que va más lejos, es el sueño utópico del encuentro del hombre con el hombre, donde el cariño y la ternura dejan de estar aparcados, arrinconados u ocultos para tiempos mejores o esperando la hora de las despedidas, cuando ya nada valen.  En eso las mujeres son más libres, también en eso.

Esta carta, es también una forma de hablarte en voz alta y de demostrar  que nadie muere totalmente mientras alguien le recuerde, además de todo eso, esta carta es una excusa, un pretexto, para decir lo que siento, es una pequeña demostración de mi cariño por ti.

                                                  2005