Estos “Cabos Sueltos” son una antología y un compendio de treinta años de vivencias, de lecturas y de desencuentros. A lo largo de estos años, hay, como suele ocurrir, más silencios que palabras. Éstas, impulsadas por fuerzas irracionales, emergen irrefrenables desde las profundidades del silencio. Uno nunca acaba de saber porqué escribe, si por vocación, por necesidad o por callar los silencios. Esos silencios del yo profundo, esos silencios del alma que casi siempre se quedan en el tintero. Pero aquí están como inevitables estos cabos sueltos. Escritos prioritariamente por y para mí mismo, es posible que ahora, otros los lean y los interpreten desde su propia experiencia vital. Es incluso probable que entre esos lectores se hallen escondidos los cómplices que todo escritor busca y desea desde el instante preciso en que piensa que va a ser leído.
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Esculpir la imagen de una mujer bella,
llegar a superar la hermosura del modelo,
pararse ante la obra para admirarla,
desde un punto alto, lanzarla al mar,
observar como desaparece, por fin, poder recordarla.
Sólo el recuerdo puede ser más bello que la obra del artista.
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Yo quiero ser poeta... pero ¡hay tantos poetas!
No, yo sólo quiero coger una mirada,
la mirada de un dios o la mirada de un niño,
y penetrar en ella,
y hundirme en sus aguas profundamente puras, limpias...
Y desaparecer.
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La ironía no es sino la expresión de una inteligencia que se desprecia a sí misma.
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Cuando la recompensa te parezca insignificante comparada con la magnitud de tu esfuerzo, alégrate por tu esfuerzo. Cuando la recompensa te parezca excesiva, no olvides nunca al vagabundo que duerme sobre el asfalto.
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Más allá del Bien y del Mal, del Poder y la Gloria, de Tener y no Tener, de Prestigio y Condena, de Calumnia y Rumor. Por encima del Perdón, del Halago, del Agradecimiento, de la Mentira y de la Duda. Trascendiendo ideas políticas, costumbres sociales, dimes y diretes, creencias supraterrenales, la Amistad se asienta en un pilar básico, por encima de toda sospecha y coyuntura: la Verdad. Es la Amistad la que dignifica y enriquece al peor de los criminales. Es la expresión mayor de generosidad humana: por fin el hombre es capaz de trascender su yo. Una amistad traicionada no existe, es un invento de los traidores que se aceptan. Cuando un hombre sentencia: “Ese es mi amigo”, ¡Cuidado mercaderes! No hay nada que comprar, las transacciones han concluido.
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