PREFACIO
“Inconscientemente, cuando el padre de León Cohen aparece, aunque sea de manera furtiva en sus relatos, cobra vida de manera inusitada, y la rápida descripción que hace de él lo dota de vida, de protagonismo, como una presencia que nunca desapareciera”. Sergio Barce
Si esta especie de biografía ilustrada o retrato, empieza con el entierro de mi padre, es porque a raíz de su muerte inesperada, cobró vida para mí una manera diferente de ver mi infancia y sus personajes. Es a partir de su muerte cuando comenzó a rebobinarse la película de mi propia vida. Fue un punto final que marcó un punto de partida hacia atrás, hacia un pasado poblado de fantasmas, donde su figura domina y donde para mí siempre fue el rey. En esta especie de homenaje a su vida y a su persona, he reunido todos los relatos en los que figura como protagonista directo o indirecto, y donde he podido, los he acompañado de fotografías que tratan de ilustrar y acompañar lo que expresan las palabras. Estas fotografías son las guardianas que fijan y representan instantes y testimonios de vida, proyectándolos hacia el futuro, para que las generaciones venideras puedan contemplar su pasado y conocer cómo eran y cómo se expresaban y sentían aquellos seres que les precedieron. Quiero señalar porque es significativo, que en algunas de las fotos elegidas, aunque yo no salga, sí que presencié la instantánea como espectador, y por lo tanto mis comentarios son los de un testigo directo de esos momentos vividos. Ha ocurrido que estos relatos que se hallan dispersos en algunos de mis libros anteriores, fueron escritos en fechas muy distantes entre sí (algunos separados por más de veinte años) y nacieron como historias aisladas sin relación entre ellas y sin ninguna pretensión a priori de conformar una línea común. Pero el proceso creativo es indescifrable y lo imprevisible ha tenido lugar, de modo que al cabo del tiempo he podido constatar que como las piezas de un puzle, estos relatos creados de manera independiente, encajan perfectamente, constituyendo una innegable unidad temática. En consecuencia, reunirlos aquí como un solo bloque, me ha parecido una manera sencilla de acercarlos al lector y de compartir con él mi visión del personaje y mostrar por fin el retrato acabado. En ocasiones he llegado a preguntarme si este libro no estaba ya escrito en mi cabeza y han sido el tiempo y mi evolución personal, los que han ido extrayendo cada uno de sus capítulos de manera escalonada. Como si este libro contara la historia de dos personajes singulares uno padre y otro hijo, con perfiles muy distintos y en algunos casos hasta opuestos, que hubieran sido diseñados por el destino para encontrarse y vivirse, uno delante y otro detrás de la cámara, uno protagonizando y el otro filmando y contando. Porque cuando un escritor relata la vida del personaje desde el respeto, el cariño y la admiración, también en cierto modo, se está retratando a sí mismo al desnudar sus sentimientos, como si el personaje lo atrapara y le obligara a ello.
Muchos de los relatos de este libro parten o describen hechos realmente acaecidos que el autor vivió en primera persona, o que le fueron contados por otros u otras. Algunos, como el extracto de la Carta a Juanita Narboni o Jacobi, mezclan ficción con realidad y convierten al personaje Jacobi en un personaje novelesco más, relacionándolo con Juanita o con Sol Bensusan y haciéndolo partícipe del universo literario tangerino del autor, para culminar finalmente con el Reencuentro con Jacobi. En estos últimos relatos, sorprendentemente, persona y personaje llegan a confundirse sin que el personaje pierda en ningún momento su identidad real.
Uno se puede enfrentar a estos relatos desde perspectivas variadas, pero en todos ellos el lector podrá descubrir el cariño profundo y casi incondicional que profesaba por Jacobi. El personaje lo merecía. Y digo personaje, porque cuando se estaba con él, uno nunca sabía si estaba con el protagonista de una película o con un ser real, tal era su presencia envolvente.
Dotado de un carisma y de una personalidad arrolladores, apoyados en un físico agradable (sus amigos le apodaban Jacobi el guapo) y una voz cálida y seductora, mi padre fue sobre todo un ser generoso y un optimista irreconciliable, que desprendía vida y empatía e infundía confianza. Nada narcisista, sabía ganarse la simpatía de los demás por su trato natural y respetuoso, donde el interlocutor fuera cual fuera su status social o su edad, se sentía importante y correspondido. Sabía escuchar y darle su sitio a cada uno. Conocía como nadie los tiempos y las cadencias de la conversación, para que el intercambio de palabras nunca se transformase en dos monólogos. Y si había debate, también sabía dar entrada en cada momento a los debatientes. Su empatía era tan natural que a nadie se le ocurría pensar que era una pose, porque él se preocupaba sinceramente por los problemas de su prójimo, lo manifestara o no. Todos esos atributos que son los que popularmente se conocen como don de gentes, hacen de él un ser entrañable y una figura inolvidable para todos los que le conocimos. Los numerosos testimonios de personas que lo trataron me dejaron gratamente sorprendido. No puedo evitar repetirme cuando hablo de él, y quizás con palabras distintas o parecidas, en muchos de mis relatos donde lo menciono o está presente, dije algo parecido a lo que estoy manifestando en esta introducción. Necesitaría un exceso de sinceridad que no poseo, para expresar lo que mi propio pudor me impide afirmar para no parecer excesivo al referirme a él. A veces la moderación puede resultar más contundente que la exageración. Y es que, sentimientos como el cariño o la admiración, no necesitan potenciarse con adjetivos empalagosos para provocar emoción.
PREFACIO DE MI LIBRO JACOB COHEN (HEBRAICA EDICIONES 2020)
👉Paloma F. Gomá sobre Jacob Cohen
👉SERGIO BARCE sobre Jacob Cohen
Dónde pedir el libro Jacob Cohen :
jig.infodavar@gmail.com