Blog de León Cohen Mesonero

Cuentos. Relatos. Cabos Sueltos. Apuntes. Artículos de opinión. Poemas. Microrrelatos. Reflexiones. Cartas.

viernes, 5 de mayo de 2023

Diálogos virtuales en 2011 entre dos vejetes en el viaje de vuelta

El Alquimista y Aladino mantuvieron unas charlas que quedaron reflejadas  en los "Encuentros en el jardín virtual"  publicados en mi libro Apuntes (2015). Lo que sigue pertenece a esos encuentros, aunque en un plano más íntimo y menos formal. Para evitar que se pierdan he creído conveniente subirlos al blog. Corresponden al primer trimestre del año 2011. 


Aladino: La gente me aburre de forma contundente, no hay tristeza interior en lo que digo, es sólo un rechazo visceral del que puedo evitar la expresión pero no el sentimiento. No me hace sentir desadaptado, simplemente me niego a ese rol y camino solo. Me hace bien caminar solo porque tengo la certeza única de no perder nada, la seguridad de que si intento aproximarme, en el mejor de los casos, me podría contaminar tanta estupidez y ese sería sólo el mejor de los resultados, si lo intentara.

No. Prefiero una soledad total en la que soy libre, profundamente libre de reír o llorar, sin tener que preocuparme de lo que pudiera ser más adecuado para el momento y que pudiera o no coincidir con mis más profundos deseos humanos o los de otros.

 En mi soledad, el campo es verde si debe ser verde o decido imaginarlo así y el Otoño puede teñirse de colores pastel, de hojas secas, si es que debe ser así o yo decido pensarlo, la tierra puede ser la arena de una playa o el musgo y la tierra, fértil y húmeda, de un bosque viejo. No me afecta la estupidez de las modas, prefiero el vaivén de las mareas. No tengo la más mínima necesidad de adaptar mi paso a nada sometido a "comme il faut", sólo necesito mi ritmo. No permito las censuras aunque admito el rechazo como parte de la libertad del otro o de la marea humana a la que pertenece.

Tampoco necesito decorar mi piel con tatuajes ni teñir mi barba que se ha hecho blanca por el camino.

Soy viejo y soy el artífice del hombre que he construido. Ése que hoy te escribe.

Alquimista: Estamos casi en lo mismo. Desde hace mucho tiempo yo también me he instalado en mi familia más próxima y vivo alejado  del resto. Tu opción es otra más. Otra manera de estar en el mundo. Lo importante es que te sientes bien así. Yo he llegado a la conclusión de que sólo me esforzaré en hacer aquello que me produzca menos conflicto y menos complicaciones, cuestión de ahorro energético. Además como regla general, los demás, esos otros que no son tú, a la larga sólo te aportan conflictos, ya sea de intereses o sentimentales, un gasto de energía innecesario que contigo mismo no tiene lugar. 

La estupidez está  a la vuelta de la esquina, hace parte de la condición humana. Ayer sin ir más lejos, tuve un conflicto con un estúpido en la escuela, le mandé una parrafada sin desperdicio y me quedé tan tranquilo. No es lo habitual, pero cuando salta la liebre hay que disparar con prontitud. No es fácil, pero hemos llegado a un punto del camino donde tenemos que haber prescindido de todo lo sobrante y tratar de disfrutar. .
"Ser el artífice del hombre que has construido" es importante, siempre que te guste el resultado. Lejos de nosotros la tristeza y la autocompasión, sentimientos inútiles.
.

Aladino: Mi soledad es ese lugar en el que la ausencia, el vacío, de criterio ajeno no me afecta, tampoco necesito aceptar lo que considero desatino a cambio de nada, tampoco exijo aceptación. No necesito aceptar ni que me acepten, me niego al trueque que me proponen. Debo ser en cierto modo un delincuente social.

Digo de mi mismo que soy "aspirante a ameba" y el que me escucha se ríe comprensivo sin saber exactamente lo que quiero decir y, yo me río interiormente, porque nadie puede averiguar que lo digo desde una atalaya, mi atalaya. Entiendo que no puedan comprenderlo con tan pocas dimensiones, no es que yo sea más grande es que el otro ha decidido ser más pequeño y yo soy como el agua, un poco camaleón, si fuera necesario ser cortés o amable pero sólo lo imprescindible, sin debilidades.

Me puedo congelar si hay que ser duro o hacerme vapor si necesito escapar, al final volveré a ser agua cuando lo desee y sólo discurriré por mi cauce, mi destino es el mar. Hago meandros cuando se interponen los demás con sus criterios insustanciales.

 Podría ser arrogante pero no lo soy, me quedo en "altivo", otra elección como la tuya. Elijo cómo ser sin tener en cuenta ningunas otras premisas impuestas. Sé que me entiendes.

Hace unos años aparece el "metrosexual", un arquetipo sometido a unas normas sociales que ellos suponen escogidas de su propia libertad de juicio ¿De dónde sale eso? Sale de una ciudad como Londres, de una pobreza interna absoluta, de una autoestima tullida, de una falta patológica de criterio en un mar de colores indefinidos y olores inciertos. Una confusión de teorías para acercarse miméticamente a la mujer. Supongo. 

A alguien se le ocurre escribir un libro como "Ensayo sobre la ceguera" y a otro loco se le ocurre llevarlo a la pantalla... luego aparecen una serie de locos-cuerdos que estiman que no es una película taquillera...¿Cómo va a serlo?

Pepito Grillo no puede ser el personaje central de ninguna obra sin un estúpido a mano, pero esa legión de estúpidos sí puede ser el personaje central de cualquier argumento, por ejemplo, de esta historia que llamamos la vida. Oiga, me bajo aquí.

Alquimista: El otro día hicieron mis alumnos su examen de aptitud en una de mis asignaturas. “Disaster”. No tienen capacidad ni educación para la reflexión. Hacen cosas, repiten lo aprendido, que no lo aprehendido, y son además gente muy poco leída. Tienen la edad de nosotros cuando nos conocimos, pero no hay color. No se me ocurriría preguntarles por Camus, pero seguro que saben de qué color son las medias de Ronaldo y conocen el último modelo de la Fiat. Estos Erasmus dejan mucho que desear. 

No creo que Internet y el Faceook les ayuden demasiado. Internet es una herramienta utilísima para gente formada y con criterio, pero muy peligrosa para esta gente. Vivimos una sociedad con ningún afán por el conocimiento como fuente de vida y de reflexión y con un nivel cultural medio muy  básico. Eso sí, consumismo por doquier. Pero sobre todo, lo asombroso, y que cada día percibo, es la pobreza de expresión y la nula capacidad de formular un pensamiento mínimamente elaborado que tienen la mayoría de nuestros conciudadanos. Los raros como nosotros, tenemos muy pocas oportunidades de encontrar interlocutores  con quien intercambiar algo que no sea el tiempo o el fútbol o la crisis.

Dos pensamientos para desarrollar:

- El control de la frustración. Un tipo frustrado es peligroso para él y para los demás. Y hay que aprender a capear los reveses que te da la vida.
- El paso del tiempo: más temprano que tarde, mañana será ayer.    

.   Hay mucho indeseable en todos los sitios. Suelo huir de los conflictos tanto profesionales como personales (algo que se llama inteligencia emocional), pero siempre hay algún tiburón dispuesto a hacerte la zancadilla. Menos mal que ya controlo mucho y no me dejo afectar. Esto es una jungla, no tiene remedio. Saber mantenerse al margen ha de ser nuestra virtud. Una gran mayoría de personas tiene una ignorancia absoluta de lo que significa empatía y consideración con los demás y así va el mundo. Siempre recuerdo una máxima de Kant, uno de sus imperativos categóricos: "Actúa siempre de manera que tu acción pueda ser extrapolable al universo", que no significa otra cosa que: Actúa lo mejor que puedas para que los demás puedan imitarte y eso redunde en el bien de todos. Yo siempre digo con cierta sorna: A mí que me registren.

Ayer, durante todo el día e incluso al llegar la noche, estuve como ido y medio dormido, ajeno a todo y a todos. Todo había terminado y llegó el bajón. Lo normal. Hoy, estoy disfrutando conmigo mismo de la satisfacción profunda que produce algo así como ganar el Goya o el premio a una vida profesional o ganar el Tour. Vuelvo a la normalidad sin asperezas, colmado y sobre todo muy, muy tranquilo, por fin. Cuando el presidente del tribunal, leía los méritos que me hacían acreedor a la Cátedra, según la unanimidad del tribunal, emprendí el vuelo y me alejé  del lugar, volé por mi pasado a velocidad de vértigo y sólo aterricé cuando paró y me dirigí a saludar al tribunal. Quedaron en mí, para siempre,  las palabras de algunos compañeros y compañeras,  cuando me estrecharon la mano o me dieron un beso: Te lo mereces.   Viví como tú dices, un momento mágico, de esos que guardamos como piedras preciosas en un rincón del corazón. Son pocos, pero ahí quedan.  

 

 Aladino: Sin duda  "tu público" estará muy contento... genial... y ahí no acaba la cosa, habrá quien se sienta algo jodido, que lo disfrute también y se joda a gusto...

A veces toca ganar y otras perder, cuando nos piden que contemos nuestras derrotas (generalmente no lo hace nadie, es una iniciativa personal) las recordamos con todo lujo de detalles, las alegrías parece que formaran parte de la vida cotidiana y se disipan rápido.

Seguramente te lo haya comentado antes, pero cuando vivo un momento mágico, me gusta pararme y analizarlo profundamente para que no se evapore tan rápido y que cuando lo haga aún pueda saborearlo de nuevo, generalmente hago partícipe de esos pensamientos a la gente con la que estoy en esos momentos, generalmente mis hijas. Se trata de crear un hito, una referencia mental para volver, un consejo: regálate algo que te guste mucho. Te servirá para revivirlo cada vez que lo veas. Te lo mereces, pisha.

Alquimista: Seguramente como hacen los abuelos, esto que voy a decir, ya lo hemos hablado, siempre nos repetimos o repetimos sin saberlo a otros.
Me refiero en este caso, al otro, a ese otro yo, que se expresa en silencio, que se expresa escribiendo, que convive con nosotros, entendiendo por nosotros, lo que los demás ven e interpretan. Aunque que al final seamos lo que aparentamos ser para los otros, siempre nos queda el convencimiento de ser además ese otro, que nadie conoce o que se da a conocer  parcialmente en sus escritos. Todos, tenemos ese yo al que solo alcanzamos nosotros, como decía Machado: Converso con el hombre que siempre va conmigo. Ese que nos acompañará a la tumba, ese que nadie puede ni siquiera rozar, ese que solo existe para nosotros mismos y que muy rara vez aceptamos compartir.

1.- Los manitas o inteligentes manuales, son para mí aquellas personas que naturalmente desmontan y montan aparatos, abren con facilidad lo que aparentemente los demás no ven, son buenos carpinteros y tienen generalmente una excelente visión espacial, entre otras cosas. Entre ellos he conocido a algunos familiares  y ahora a Jero el reparador de guitarras.
Por mi parte, yo me he convertido con el tiempo en un manitas por la fuerza de las circunstancias. Soy sobre todo aceptable para desmontar aparatos y he conseguido construir alguna que otra maqueta, pero no soy naturalmente manitas como vosotros. Tengo un tratado científico sobre la mano que nos muestra lo pareja que ha ido la evolución de la inteligencia con la de la mano humana.

2.- Las rebeliones árabes. No sé si es Occidente el que está manejando el cotarro para sacar algún provecho, pero coño ya es hora de desterrar tanta dictadura.

3.- Quiero convertirme al final de mi vida en el actor secundario de película de serie B y dejar el protagonismo a los otros. Quiero ser el psicoanalista y no el psicoanalizado, quiero ser el que admira y no el admirado, de los dos hermanos, quiero dejar de ser el guapo y quedarme con el feo... Aprender a escucharlos y pasar desapercibido, creo que ese es al menos un buen propósito y en ello voy a poner mi empeño.

Aladino: Con el paso del tiempo se van adquiriendo habilidades pero existen los "hábiles" en algún campo por propia naturaleza. Me gusta la madera, cómo huele el polvo de madera, casi no me molesta cuando se queda en las ropas, distinguir las diferentes variedades por sus vetas y tonos ¿De dónde puede venir eso?...

Debía de tener 5 años, no creo que más, vivía en una cuesta, en Ceuta (ese Norte de África es casi siempre montañoso), le pedía a mi padre que me hiciera un carro de esos que tenían las ruedas de cojinetes viejos. Él me trajo los tres cojinetes, dos medianos para atrás y uno grande para la "dirección". Yo jugaba con esos cojinetes y eran un material precioso que materializaría mis sueños, mientras, trataba que me prestaran algunos otros niños de la misma calle. Mi padre trabajaba en Trasmediterránea hasta muy tarde, los fines de semana le traía un taxi los libros de contabilidad: esos libros enormes y pesados. Comprendí que él no podría construirme mi carro... así que me armé de valor y me hice el mejor carro del mundo...

Una noche en Celupal (te lo he comentado antes) estuve desarmando algo, tal vez un encendedor. Un compañero que acabó siendo investigador me observaba y se guardó una pieza... luego hicimos bromas, te la habías guardado para ver si lo detectaba.

Me interesa el título de ese tratado sobre la inteligencia manual. Siempre la he percibido entre otras pero nunca desde un punto científico.

Espero que esas rebeliones se extiendan también a toda el África negra, son los que están peor, los que más las necesitan pero están demasiado ocupados en poder comer hoy como para preocuparse de si podrán comer mañana.

Llevo algún tiempo ejerciendo tu "punto 3", la sensación es que es lo que deseo hacer y es lo que hago con esos cafés a media mañana mientras observo rostros, oteo horizontes o me fumo un cigarrillo charlando en alguna terraza con un desconocido. Tengo también la sensación de que se me observa, de alguna manera se admira mi soledad y mi silencio, apenas hablo si no me dirigen la palabra, cortesía, y apenas se dirigen a mi, lo traduzco como un respeto profundo y distante. Me gusta estar solo y pensar solo.

Me encantan los niños, me jode profundamente que alguien me mire con ojos severos cuando me sorprende haciendo carantoñas en la distancia a algún niño. La gente piensa por esquemas recién aprendidos y la ternura que un viejo pueda sentir por un niño no entra en sus esquemas de ciruelo/cigalas, generalmente les mantengo mi mirada más desafiante y pienso lo más alto que sé, a ver si puede escucharlo: "Eres un hijo de puta, cabrón".

Alquimista:

1.- Tengo ciertas dudas sobre la igualdad de los cerebros. Por ejemplo, desde  muy muy pequeño admiré la honradez y el saber, ignoro por qué, pero debe de ser algo muy complejo e innato. De mis dos hermanos, ninguno se me parece en eso. Yo era incapaz de colarme en el cine y cuando lo intentaba, impulsado por él, siempre me cogían. Él siempre lo conseguía. Luego se ha visto lo distintos que somos y que ya éramos. Hay cerebros y sensibilidades  muy especiales. Ha de ser una mezcla de genes  y de circunstancias,  además de algo más. Creo en la esencia más que en la existencia. Se es antes incluso de existir. Nos podemos parecer en la existencia pero todos diferimos en la esencia.  Somos esencialmente únicos. Ese es el milagro del ser.

2.- Algunos días, cuando voy a buscar a mi nieto, coincido con el "Loco de amor ". En ocasiones, como hoy, me detengo unos minutos a charlar, pero su charla siempre acaba en lo mismo: en el día en que le dio una paliza a Pedro. Me cuenta ese hecho como si realmente hubiera ocurrido, cuando el pobre hombre, sabe que es un deseo frustrado. Lo que él hubiera dado por darle un mamporro a Pedro.  La gente miente y se miente. JM siempre cuenta que todo va bien, que sus hermanos son cojonudos etc...ni él mismo se lo cree. ¿Por qué la gente necesita mentir e inventarse un mundo imaginario? Conozco la respuesta pero no la comparto. Se puede vivir sin mentir...demasiado. Je,je...

Aladino: Amigo, con los medios y los profesionales actuales supondría un coste insignificante crear una nueva generación de PERSONAS capaces, libres y mucho más felices, coherentes y equilibrados, pero lo que interesan son consumidores que sostengan el sistema y mantengan el orden ya establecido, eso que tantas veces te he dicho que me recuerda a "Un mundo feliz". No podemos evitarlo, nunca pudimos hacerlo realmente... pero en aquella época intentamos cambiar al mundo como todas las juventudes y no pudimos... considerémonos satisfechos de que el mundo no haya sido capaz de apagar nuestras inquietudes ni limitar nuestros pensamientos.

No sirve para nada la inteligencia, no puede trabajar, si estamos sometidos de alguna forma, si sentimos ansiedad, inquietud o miedo. Mantengo el criterio de que la razón, el cerebro en general, es como un músculo que si no lo haces trabajar se atrofia, no creo que existan diferencias entre un cerebro muy "inteligente" y otro que no lo sea, sin ir más lejos el de Albert Einstein era más bien insignificante. Después de la dictadura se alcanzaron los mayores éxitos deportivos de nuestra historia.

Los prejuicios y sobre todo las religiones son nefastas para el desarrollo humano, creo que están montados precisamente para limitar ese desarrollo, aparte de como negocio lucrativo: El Vaticano tiene el PIB más alto y la mayor estabilidad política y socioeconómica del mundo... lo curioso es que no fabrica nada... 

 

Alquimista: Al final dices con palabras distintas lo mismo que yo sobre esencia y existencia.
¿Quien puede matar las ideas de Rabin o del Che o del Mahatma? Imposible. Las ideas pertenecen a la esencia del ser, son inmortales e intangibles. Podemos acabar con la maquina pero no con lo que la maquina piensa o siente. Un sentimiento es algo más que una cadena de reacciones químicas, aunque sea cierto que interrumpiendo mecánicamente con una ablación el origen de esas reacciones, el sentimiento deje de existir. Es difícil mantener esta argumentación, lo sé, pero  en ello estoy.
Tengo otra idea relacionada con lo somático y lo psicológico. Estoy convencido o casi, que nuestra mente es capaz de curar las enfermedades de nuestro cuerpo. Simplemente habría que adiestrarla. De la misma manera que nuestro propio cuerpo nos ataca, nosotros debemos de tener el poder de detener el ataque de manera consciente.  

Aladino: Cuando digo que, a mi criterio, los cerebros "son iguales" hablo de posibilidades pero muy remotas, de hecho lleva connotaciones intrínsecas tan infinitas como un genoma, tan extrañas o difusas como los pensamientos de un bebe que aún no ha nacido. No es un tema definible con la investigación, siempre quedarían cabos sueltos.

Cuando estás seguro de defender una verdad incuestionable, ya lo has logrado, no caben dudas... algunos matices extraños, tal vez la esencia a la que te refieres, lo confirma.

Dos hermanos mellizos o dos hermanos gemelos... uno puede desarrollar esquizofrenia y el otro no... ¿Educación, crianza, trato diferente de los padres...? Lo único que se puede demostrar es que la esquizofrenia no siempre tiene que tener origen genético pero nada más.

En realidad si a la vida le quitamos ese "algo más" y lo dejamos en genes y circunstancias, estamos simplificando tanto que lo que definimos podría ser el vuelo de un pájaro o un pájaro disecado, ese algo más añade el aliento, la esencia. No podemos quitarla.

Alquimista: Visto lo visto: Los sicarios, los comerciantes de la muerte de inmigrantes, los traficantes, los promotores sin escrúpulos, los banqueros insensibles, los que se piran dejando a su mujer cargada de hijos, los maltratadores, los que no pagan lo que deben, los que se construyen un CV a costa de los demás, los que aparentan, los que cobran y no cumplen, los que no quieren ni a sus hijos, los que no conocen más que su ombligo, los que engañan, visto lo visto, me ha dado por pensar si no me he equivocado de lado de la vida, porque ahora sé que trabajando y estudiando muy duro nadie gana lo que merece, que pensar en el otro te procura mucho sufrimiento, que vivir sin hacer trampa te hace parecer lelo... pero en el fondo soy feliz como soy y como decía Severiano Ballesteros, la vida es un hermoso camino con... contratiempos

Nunca me he movido con comodidad en público, es decir frente a los otros. En ocasiones, llevado por una espontaneidad impropia de mis años, he dicho o hecho cosas como poco, inconvenientes o poco acertadas. Mejor haberme aguantado o callado, me he dicho a mí mismo en soledad. No se puede ser siempre prudente, ni calladito, no se puede estar siempre al borde de la perfección, me he seguido diciendo. Quillo, no te la cojas con un papel de fumar, me he dicho para reconfortarme. Hay que saber bordear el ridículo y no asustarse, como haría un buen inglés. 
Y es que es tan difícil, compartir con los demás, humor y opinión, y es que es tan difícil, ser uno mismo delante de la gente, porque pueden ocurrir dos cosas que no te entiendan y se ofendan, o que no te entiendan y les causes risa, una risa idiota.  Mejor quedarme en mis escritos porque cuando hablo o bromeo, sube el pan. A veces me pregunto si no es preferible, dejarse la  opinión para uno mismo. Debería haber superado esta fase adolescente, pero en ocasiones, no puedo evitar no gustarme comparándome con un estándar de perfección que yo mismo me he construido o inventado. “Nobody is perfect” que diría Billy Wilder, con eso me quedo.   

Aladino: Sí, siempre hay retroalimentación en los diálogos, en realidad lo comentaba con "falsa modestia" pero es cierto.

El truco dejar un libro "en cualquier sitio" también lo he empleado, sobre todo con mi familia: es más saludable que las personas lleguen a puntos de vista de forma autónoma que se lo expliques con tus palabras, convence menos y no deja de ser una idea/comentario/criterio ajeno.

Sí, estoy también de acuerdo con lo de la empatía, sin ella es difícil ser carismático pero en el caso de la gente que vemos a través de los medios se trataría, creo, de una forma de comunicar (muy relacionado con la PNL, o ella misma), te lo he comentado alguna vez: con la PNL puedes "atraer" o hacer que el otro se sienta "rechazado" de forma totalmente voluntaria, controlando tus gestos y comentarios, de tal forma que la persona no lo percibe conscientemente (no se siente agredido) pero actúa en consecuencia de acuerdo con tu decisión. Es una forma "científica" de manipular. Opino que la manipulación no es un defecto en si sino una habilidad, dejarse manipular sí es abiertamente un defecto... las sociedades son adictas a dejarse manipular por comodidad, supongo.  

Mi "kuñao"  me comento alguna vez algo de un personaje tradicional cargado de tipismo y sabiduría:

"El baranda".

 Según él, este personaje es un viejo que dirige una sociedad gitana desde la sombra, no se impone. No hace nada, sólo vigila todo, generalmente desde una baranda en alto (de ahí el nombre). Todos le consultan sus dudas y él actúa como un sabio consejo de ancianos administrando justicia e interviniendo en casos de dudas. Nadie discute su soberanía y todos le admiran, lo quieren y le obedece sin chistar.

Resulta un personaje útil y cargado de sabiduría. Con el paso del tiempo, lo de "El baranda" pasó a ser un apelativo de "el jefe", pero me lo cuenta como te lo digo. Según internet se debe a otra razón, pero el personaje (real o ficticio) me fascinó siempre.

Tal vez hoy seamos hoy un poco "el baranda" de nuestro clan.

 

viernes, 21 de abril de 2023

Estudios sobre sobre literatura africana y afroamericana en español. Ed. Sial/Casa de Africa enero de 2023

 


                                                                              


                                                                                    



     
          👉Capítulo 10. El Alquimista

martes, 11 de abril de 2023

LA BLUSA BORDADA

 

León Cohen me remite un pequeño relato escrito en 1997, y una fotografía suya, estrechamente relacionada con lo que cuenta, en la que aparece junto a su padre y a su hermano en la Hípica de Larache, en el año 1952. Es un texto breve, que describe sólo un pequeño instante, una sensación, un sentimiento, y lo hace tan precisa y elegantemente que se transforma en un cuento breve delicioso. Creo que incluso los escritos en los que reflejamos nuestras vivencias personales e íntimas tienen cabida aquí, especialmente cuando provienen de algo vivido en esa hermosa tierra que es Larache. Así que espero que también disfrutéis de lo que sentía aquel niño mientras caminaba por la calle de la Duquesa de Guisa…  Sergio Barce 

 


La blusa bordada

 

Es verano. Son cerca de las cinco de la tarde, la hora de Lorca. El sol lo inunda todo. Yo camino por la calle de la duquesa de Guisa. Es Larache y no tengo más de siete años. Estamos a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado. Voy muy arreglado. Mi madre me ha hecho un conjunto veraniego de color blanco, compuesto de una blusa y un pantalón corto, en el que destacan dos raquetas de tenis bordadas con hilos de colores sobre  el bolsillo izquierdo de la blusa. Yo las miro de reojo mientras camino y las acaricio suavemente. Estoy contento. Voy de estreno, huelo a colonia y me dirijo a casa de mi amigo Carlitos, hijo de un policía armada que vive junto a la tienda de ultramarinos La Colonial. Vengo de la Calle Barcelona, que es donde vivo y que está bastante lejos de donde me encuentro. Me miro caminar. Me observo. Siento que estoy vivo y que voy vestido de señorito. El sol cae con toda su luz sobre el asfalto. Decir Larache y Julio, es como invitar al diablo. Es como decir infierno. Por vez primera, miro mi sombra desplazarse y tomo conciencia del instante, lo retrato y lo fijo para siempre en mi memoria. Hoy transcurridos casi cincuenta años, reconstruyo el momento. Recuerdo sobre todo la impunidad del sol y mi coquetería plasmada en las dos raquetas de mi blusa.

                                 Agosto 1997 (Publicado en Entre dos aguas 2013)



     

miércoles, 22 de febrero de 2023

BEAU GESTE

 

Beau geste

 

Viernes  por la tarde y otoño, año 1962, Lycée  Gouraud,  Rabat. Todos estos datos serían superfluos si no fuera por la necesidad de “contextualizar” y de situar en el tiempo al protagonista del bello gesto.

Los internados se convierten los Viernes por la tarde en calles desiertas donde reinan la soledad y la tristeza de los pocos internos que por la lejanía de sus hogares no han tenido la suerte de irse a sus casas. Larache quedaba para mí demasiado lejana.

El internado del liceo es una construcción vetusta de principios del siglo veinte. Sus paredes son de construcción densa y sus pasillos amplios y fríos como el mármol. Los techos inalcanzables. Este es mi primer fin de semana en Rabat después de cuatro largos años en Zoco el Arba, soy por lo tanto un interno curtido, aunque mi nuevo internado, diferente en muchos aspectos, me descoloca un poco. No están los compañeros de siempre y el paisaje es más lúgubre. Además el otoño es una estación melancólica que reemplaza a la locura del verano.

Aquí hay costumbres, para mí nuevas. Después de la cena, los internos de segundo ciclo que ya somos mayorcitos, disponemos de una hora de ocio en un “foyer” (hogar) donde entre otras cosas se puede echar un cigarrito, departir con los compañeros, escuchar música (así me topé con Brel, con quien me quedé para siempre, con Bécaud o con Ray Charles entre otros muchos)  o jugar al ping-pong(que ha sido una de mis mayores aficiones).

Esa tarde, estaba yo sentado en una de las mesas del hogar, sólo, cabizbajo y con un cierto sentimiento de desamparo, muy serio, triste  y meditabundo, fuera de sitio en suma. Deseando que pasara pronto el tiempo para irme a la cama. Entonces, ocurrió, una mano amiga me tendió un pitillo, yo levanté la cabeza y rechacé amablemente la oferta, pues no fumaba. Saad, me miraba erguido con dulzura como adivinando mi situación anímica, Se metió el paquete  en el bolsillo de la americana y me dio un toque suave en el cogote, en un intento evidente de reconfortarme. Luego se alejó. Hubo en aquel cortísimo pero intenso intercambio de miradas y de sonrisas cómplices tanta densidad que nunca he podido olvidar aquel momento. Yo le agradecí para siempre aquel  bello gesto. Fue uno de esos gestos que uno colecciona y que a lo largo de toda una vida no llegan en el mejor de los casos a la decena. Fue uno de esos gestos que elevan al ser humano a las alturas. Por eso lo conservo grabado en mi memoria  para siempre.

Saad Temsamani era hijo del a la sazón gobernador de Tánger, quien a su vez era Cherif de Ouezane, descendiente de una de las más  nobles y grandes familias marroquíes. Por su origen era un chico elegante y educado, por su naturaleza era alegre, afable  y agradable. Aunque nunca llegamos a ser grandes amigos, sí mantuvimos siempre una cordialidad que manifestaba nuestra mutua simpatía. Suele ocurrir entre determinadas personas y por razones de difícil explicación. Son cariños que tenemos aparcados por si llega la ocasión. En nuestro caso, no llegó nunca, porque el mismo día en que me trasladé a vivir a Tánger en Septiembre del año 1964, Saad Temsamani, al que desde ahora llamaré Beau Geste, se mató en un accidente de circulación. Iba con su hermano mayor en un deportivo que conducía este último, sólo murió él. Tenía dieciocho años. Fue de esas personas que uno se alegra de haber conocido y que justifican nuestra estancia en este corto camino que es la vida. Con este relato he pretendido agradecerle su bello gesto.

                                                                               

                                                                                  6-12-2003

 

 

 

 

jueves, 12 de mayo de 2022

PRESENTACIÓN DE 100 MICRORRELATOS Y DE JACOB COHEN

Presentación el 13 de Mayo de 2022 a las 19 horas de mis dos libros 100 Microrrelatos y Jacob Cohen  por Miguel Vega 









Miguel Vega y León Cohen











Dónde pedir el libro Jacob Cohen :

 jig.infodavar@gmail.com

viernes, 22 de abril de 2022

FIRMA DE EJEMPLARES DE MIS LIBROS :

FIRMA DE EJEMPLARES DE MIS LIBROS :

  
👉FERIA DEL LIBRO DE ALGECIRAS. MARTES 26 DE ABRIL 


👉A PARTIR DE LAS 11 Y HASTA LAS 13 HORAS.


👉CASETA DE CULTURA DEL AYUNTAMIENTO EN PLAZA ALTA 



sábado, 2 de abril de 2022

MICRORRELATOS

 Microrrelatos seleccionados y publicados entre los 10 mejores en DIARIO SUR

1.-  El dilema

 Un corazón de lana y acero comenzó a latir rítmicamente y el hombre trasplantado se preguntó si un corazón tan blando como la lana no le haría sufrir demasiado y si un corazón tan duro como el acero no le haría aguantar demasiado. Entonces el hombre trasplantado decidió dar el salto al vacío. 10-04-2020

Otros microrrelatos

Viaje a la Luna

Su relación con la Luna llegó a ser obsesiva, tanto, que desde niño quería ser astronauta para poder viajar un día a ella. No había día en que no la mencionara, ya fuera para citar su fase de crecimiento o su plenitud y siempre su belleza. ¡Qué bonita está hoy la Luna! ─Solía decir─. Hasta tal punto soñaba con la Luna que a su primera hija le puso Luna. Como cabía esperar estudió Astronomía. Pero no contento con poder observarla y estudiarla desde la Tierra con potentes telescopios, quiso dar un paso más y se preparó para ser astronauta. Y lo consiguió. Fue seleccionado para un próximo viaje a la Luna entre más de mil aspirantes. Pasaron algunos años hasta que llegó el día tan esperado por él y temido por su familia. El lanzamiento del cohete espacial tuvo lugar a las diecisiete horas de un lunes en pleno verano americano. Todo transcurría por los cauces normales cuando de manera tan imprevista como inesperada el cohete explotó. Y así fue como el tan deseado viaje a la Luna  se convirtió en un viaje a ninguna parte, pues esa pequeña, casi ínfima  probabilidad de que un fallo tuviera lugar,  también hacía parte del viaje y había que contar con ella.  Aquella noche la luna reflejó su lado más oscuro.

                                                                                              León Cohen 

Publicado en Tinta Lunar V Certamen literario de Círculo Rojo. Páginas 33 y 34 

Junio de 2019


Sevilla

Tenía la barbilla apoyada sobre su mano izquierda, mientras, iba leyendo las respuestas de los candidatos a guía turístico de Sevilla. La pregunta del examen era escueta: Cite nombres  o expresiones que le sugiere la ciudad de Sevilla. Y claro, aparecieron los tópicos: Semana Santa, Feria de Abril, Viva er Betis etc… De repente se topó con una respuesta sorprendente: Silvio, Benito Moreno… Por fin se dijo, la cultura alternativa emergía de las profundidades, bajo los nombres de dos destacados artistas, un roquero y  un artista polifacético próximos al “underground”. Anotó un 10 sobre el papel y se sintió aliviado  y un poco feliz.   

                                                                        Junio 2022

viernes, 25 de febrero de 2022

PRESENTACIÓN DE LA REVISTA DOS ORILLAS 8-02-2022

 Comentario publicado en Campo de Gibraltar XXI  del día 9-02-2022

Ayer en vivo decidí no participar en la presentación con unas palabras, por razones que ignoro. Pero no quiero dejar pasar esta oportunidad que me brinda Campo de Gibraltar XXI para en primer lugar, agradecer a Paloma F. Gomá todos estos años de colaboración (que han sido muchos) en la revista que ha dirigido con empeño y dedicación, hasta convertirla en un referente de la literatura de las dos orillas. Mañana se cumplirán 54 años de mi llegada a Algeciras desde Tánger. Nunca imaginé que aquel viaje sería el viaje de mi vida. Salí de una ciudad multicultural y esplendorosa, aunque en plena decadencia y arribé a un puerto pesquero del que no tenía la más mínima noticia. Hoy pasados tantos años, puedo afirmar que del mismo modo que aquel pueblo fue creciendo y desarrollándose hasta convertirse en la ciudad multicultural que es hoy, yo mismo sufrí una inevitable transformación en paralelo, hasta sentirme hoy algecireño y andaluz por los cuatro costados, manteniendo en el recuerdo la otra orilla, la orilla hermana de donde salí. Quiero terminar con las palabras que escribí en mi relato Tres Orillas dedicado a Paloma en 2013:

 » Este relato nace de los flujos y reflujos migratorios entre las dos orillas que unen y separan a dos pueblos cuya historia se confunde en determinadas épocas y se aleja en otras. Este relato transcurre en cada una de las dos orillas, y sus protagonistas, como no podía ser menos, acaban unidos por el destino. Las dos orillas del Estrecho se convierten entonces en una sola, diluyéndose en un mismo mar. Pero existe, o eso dicen, una tercera orilla, la orilla imaginaria, la orilla alternativa, la orilla utópica, la orilla invisible, donde confluyen las otras dos, la orilla a la que aspiramos, una orilla de encuentro, de armonía, una orilla simbólica que acerca caminos, que une voluntades, que hermana a los pueblos. La tercera orilla, aquella donde el oleaje no impide el desembarco. Una orilla donde la palabra nunca pierde su naturaleza como vehículo de comunicación y de entendimiento. La orilla donde uno adopta la manera de ser y el idioma del otro.» León Cohen 


👉Video


👉Noticia Campo de Gibraltar XXI












domingo, 20 de febrero de 2022

EL ALQUIMISTA


 10.

“Otro nuevo relato de León Cohen. El Alquimista es un bello ejercicio en el que nos trata de mostrar el proceso de creación del escritor, y consigue un efecto hipnotizador por el que nos lleva de la mano hasta un mundo en el que algunos, los que escribimos, nos reconocemos. También es, además de un relato de gran factura, una declaración de principios, un autorretrato sincero de León Cohen, en el que saca una parte importante de su interior y lo expone sin rubor. Es un texto escrito con una sinceridad elocuente, muy personal, y muy humano. Narrar como placer, narrar como instrumento para crear arte. Todo esto es El Alquimista.”  Sergio Barce, diciembre 2015 

"El Alquimista, es un ejercicio de malabarismo brillante con resultado exitoso de mezcla de química y fantasía. Gloria Nistal 


El Alquimista

“Por esto me llamo Hermes Trismegisto,  porque poseo tres partes de  la  filosofía de  todo el mundo “. De la Tabla de Esmeralda

 

Le habían encomendado escribir un cuento, qué complicación, pero si él ni siquiera era escritor, apenas un aficionado de pluma corta, concisa y,  sólo a veces, elocuente.

Llevaba semanas tratando de lograr un argumento que fuera mínimamente creíble y que diera al menos para quince folios, quince folios a doble espacio, qué barbaridad, él, que nunca rebasó las tres páginas. Siempre fue parco en palabras, le gustaba decir lo imprescindible y necesario para que los demás le entendieran. Los añadidos y los tópicos le parecían florituras inútiles, que en última instancia servían sobre todo para entretener y aburrir a los sufridos interlocutores. Escribiendo le ocurría otro tanto, por eso era un admirador de los poemas de diez a quince versos, nunca más de veinte. También, y por la misma razón, había sido lector empedernido de Ramón Gómez de La Serna, La Bruyére, la Rochefoucauld y de todo aquél buen escritor capaz de resumir y concretar en frases cortas, ideas, opiniones y gustos; siempre que lo hicieran con la brillantez y la originalidad de los tres citados. Las formas, para él eran lo primero. Una banalidad bien escrita, siempre era mejor recibida por él que un pensamiento profundo expresado de manera grotesca o enrevesada. ¡Ah, las formas! ¿Qué era la educación sino la expresión y el mantenimiento de aquéllas?

Aquella noche, no estaba especialmente inspirado, pero se sentía obligado por los amigos, con los que de alguna manera se había comprometido. Y él, ni gustaba, ni podía defraudar a sus amigos. Esa concisión tan característica suya, confundía a sus interlocutores, que la interpretaban como un signo inequívoco de antipatía y de  rechazo misántropo. “Uno acaba siempre siendo el producto de las buenas o malas versiones que los demás tienen de uno “, se decía. Pero esa era otra historia...

Había intentado varios relatos que se le quedaban cortos o que no acababan de gustarle. Esta vez pretendía escribir un cuento o un relato corto que atrapara al lector desde la primera línea y que le sorprendiera, pero para conseguir ese objetivo, necesitaba inspiración, reflexión y sobre todo tiempo. Tiempo para estructurar un argumento sólido, tiempo para permitir que la inspiración emergiera y tiempo para pensar. Ciertamente se encontraba bloqueado y con muy pocas ganas de escribir,  recordó entonces,  los versos de Blas de Otero: “Porque escribir es viento fugitivo y publicar columna arrinconada”.

Cuando se daba una situación como esta, es decir, cuando se hallaba en un “impasse”, como ahora, su recurso volvía a ser casi siempre el mismo,  buscar a su viejo amigo, el alquimista. Doblemente viejo pensó L., en la  amistad y en  su avanzada edad. Alquimista, era la  manera cariñosa que L. tenía para  resaltar y resumir la erudición casi sin límites de aquel hombre que le honraba con su amistad “desde siempre”.  L. se sintió ingrato, solía tener ese extraño sentimiento de culpa cada vez que recurría a la amistad para pedirle algo, simplemente por necesidad o interés. Pensó, como siempre, que esta vez era inevitable, que su amigo y maestro le ayudaría, como siempre.  Salió de casa precipitadamente y hubo de recorrer varios kilómetros en coche hasta llegar a casa de su amigo,  que vivía con su mujer  en las afueras de la ciudad. La pareja le recibió con el cariño con que acostumbraba.  Había transcurrido bastante tiempo desde que se vieron por última vez. L. puso en antecedentes al viejo erudito y le resumió sus intenciones y sus dificultades en pocas palabras. Su amigo tampoco necesitaba explicaciones más detalladas. No hizo apenas ningún comentario, era su estilo. Primero tenía que reflexionar, sus recursos eran casi infinitos. L. conocía sus maneras y también sabía que debía ser paciente. El hombre le ofreció un café, y los tres  departieron largamente.

La  compañera de toda la vida  de su amigo,  era un ser entrañable. Educada (las personas amables y educadas se salvan y nos salvan, le había comentado en alguna ocasión, su amigo), discreta, simpática,  amable, buena conversadora y a pesar de todo, de fuerte personalidad,  con una gran capacidad de sacrificio y muy trabajadora, era,  como decía su marido, una suerte, una de esas raras personas cuyo trato y conocimiento te hacen  crecer y te mejoran. Siempre comentaba con convencimiento no exento de humor, que sin ella, él hubiera sido como mucho la mitad de lo que era. Fue una velada agradable, como siempre que se encontraban y fue bien entrada la noche cuando se despidieron.

 Su amistad databa de la Universidad, L. era un bisoño profesor colaborador cuando entró a formar parte del equipo de investigadores que  dirigía su amigo,  ya por entonces maduro catedrático. Por esas extrañas sensaciones que nunca se sabe muy bien por qué unas personas sienten al conocer a otras (“... porque era él, porque era yo “decía Montaigne),  L. y  aquel  hombre congeniaron  y  afinaron en  casi todo desde  el principio y así fue para siempre. Hasta ahora, en que uno terminaba su madurez y otro había llegado a la ancianidad. Los separaba la edad, todo lo demás los unía.  L. recordaba con precisión, una de las reflexiones de su amigo sobre el envejecimiento: “Vivir es envejecer. No podría ser de otra manera. Envejecer es coleccionar recuerdos y momentos compartidos con otros, con esos seres que por pura casualidad nos pertenecieron y a los que  pertenecimos. Esos seres que nos habitan y nos visitan por y para siempre. La ventaja de los viejos es que poseen todas las edades. En ellos conviven la niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez y la propia vejez. Todos somos realmente lo que ha sido nuestro pasado. El pasado de cada uno es el labrador del presente. Por eso,  creo que se puede seguir siendo bello en todos los sentidos (por fuera y por dentro)  hasta que empieza la verdadera decrepitud. Llegado ese momento, uno debiera haber aprendido a dejar su hueco para que otro lo ocupe,  sin amargura y sin miedo. También,  creo que la suerte ha de acompañarnos para alcanzar ese tiempo de despedida”.

A lo largo de tantos años de amistad y convivencia, ambos amigos habían tenido tiempo de intercambiar ideas, conocimientos, pensamientos y sentimientos. L. conservaba en un cajón de su despacho, como una de sus tenencias más apreciadas,  las que su amigo denominaba “Reflexiones de un viejo chiflado”, y que no eran sino, una declaración de principios, que reflejaba una de las múltiples facetas de la rica personalidad de aquel hombre tan sorprendente. Aquella noche, antes de acostarse, L. volvió a leer aquellas reflexiones que siempre  le sugerían  algo nuevo: 

 

Soy nada más y nada menos que un ciudadano corriente, de clase media, mi mayor virtud es la discreción, así que fíjense, apenas existo, soy como una sombra apenas esbozada. No salgo en televisión ni en los periódicos, ni siquiera me conocen la mayoría de mis conciudadanos. Sin embargo, puedo ser profesor universitario, gustarme y practicar la literatura y el ensayo, ser políglota y soñador y sobre todas las cosas puedo y quiero tener opinión, mi opinión, que nadie se moleste.  Me gusta decir o escribir lo que pienso cuando la ocasión y el interlocutor se prestan. Cosas como éstas:

·         En nombre de la tradición, la gente permanece anclada en unas formas  pasadas que poco o nada ayudan al progreso del hombre.

·         El camino de los nacionalismos acaba casi siempre en Auschwitz.

·         La autoestima y el respeto a uno mismo conducen  a la estima y al respeto hacía nuestros semejantes.

·         Si Dios existe,  como si no existe, tenemos la responsabilidad de no permitir que todo esté permitido.

·         Ningún hombre, ninguna idea, ninguna institución está por encima de nosotros.

Heredero de la cultura sefardita por parte paterna y de la sobriedad castellana por parte materna, hijo, por formación,  de la escuela republicana francesa y andaluz por vocación y sentimiento,  desprecio la incultura y la mala educación y me aburren la trivialidad y la vulgaridad. Odio la prepotencia y la  impunidad  con la que un gran número de personajillos mal versados y sin escrúpulos se pasean por la vida. Adoro la poesía y las canciones de autor, me gustan entre otros muchos y por razones distintas Salinas,  Machado,  Prévert,  Benedetti y Baudelaire. Sigo siendo fiel a Camus, a Voltaire y a Dostoievsky.  Aborrezco esta sociedad mercantilista y utilitaria donde el dinero y el consumo son los patrones de medida. Me aburre la ineficacia de los políticos  que con su verborrea ampulosa e inútil se extienden en palabras hueras desde tribunas de cartón, repitiendo sus tópicos a un auditorio mudo y sobre todo sordo. Cómo si quedara todavía alguna razón para creer. Admiro la humildad  y la naturalidad, aprecio por encima de todo la honradez, la sinceridad,  la educación y la tolerancia (en el mejor sentido de la palabra). Todos estos vocablos tienen para mí un significado singular donde no caben las medias tintas (que tampoco me gustan).  Los mentirosos, los interesados, los corruptos, es decir, la inmensa mayoría,  no me interesa. No soy un moralista, pero considero que debemos  esforzarnos en hacer de la vida algo útil para nosotros mismos y para los demás, al menos, el esfuerzo y la lucha me producen satisfacción y me justifican. Con lo aprendido y lo heredado me he construido una ética y una estética, así he podido dibujar mis límites y configurar mis principios, algunos casi (sólo casi) inamovibles que me permiten vivir en paz conmigo mismo. Por ejemplo,  una amigo o una amiga no es un trapo que uno se pone un día y otro día deja colgado en el armario, un respeto, eso, pues un respeto, es lo principal y lo secundario con los amigos. No quiero parecer fundamentalista porque no lo soy, aunque sí severo conmigo y con los demás. No tengo casi nada claro, únicamente el casi.  Aunque, repito,  hay cosas que están mal porque sí, como la pena de muerte, las dictaduras duras y las blandas, el coartar la libertad de los demás, la falta de generosidad, el no comprometerse, la falta de respeto o de coherencia.

Lo que he perdido en espontaneidad,  lo he ganado en prudencia. El proverbio árabe dice: “La primera vez que tú me engañes, la culpa es tuya, la segunda vez,  la culpa es mía “, yo estoy en la tercera, aquella en la que ya nadie va a engañarme ni nadie va ser culpable de nada. En el camino se han quedado algunos de mis seres queridos, algunos amores hechos de humo  y  algunas  amistades  de papel (mojado). Permanecen  los recuerdos y las heridas de la memoria. Ahora soy  dueño de mis miserias y conocedor de las ajenas. Ahora camino en paz, sobrevolando un pasado ingenuo  y desafiando un futuro sin sorpresas. Por fin, me reconozco como un hombre que lleva en su mochila una pequeña dosis de sabiduría.

Sé que ninguna verdad es absoluta,  creo haber alcanzado el cinismo absoluto de los pensadores griegos. Ya no soy capaz de imaginar a Sísifo feliz. Por principios y por educación he aprendido a arrastrar mi piedra hasta arriba, a sabiendas de que nada ni nadie me esperan. Ni aplausos, ni sollozos, ni solidaridad. Mi soledad y algún que otro cariño   incondicional me acompañan (que no es poco). Las aspiraciones de alguien ambicioso, entiéndaseme, con la simple y llana ambición de ser, nada más y nada menos, siempre quedan a medio camino, inacabadas. Extranjero en un mundo hostil, incomprendido, uno se siente solo, incluso mejor solo. Baudelaire manifestaba su desdicha y parecía lanzar una plegaria al Gran Ausente: “Seigneur mon Dieu, laissez moi faire quelques beaux vers qui me prouvent  à moi même que je ne suis pas le dernier des mortels,  que je ne suis pas inférieur à ceux que je méprise”( “ Señor, Dios mío, permíteme hacer algunos bellos versos que me demuestren que no soy el último de los mortales, que no soy inferior a aquellos que deprecio”). Prefiero mi soledad infinita,  como Cioran o Musset: “Si le ciel nous laissa como un monde avorté, le juste opposera le dédain à l’absence et ne répondra que par un froid silence au silence éternel de la divinité “(“Si el cielo nos dejó como un mundo abortado, el justo opondrá su desdén a la ausencia y sólo responderá por un silencio frío al silencio eterno de la divinidad”).  

Ahora por fin, vivo en el “escepticismo global”, pocas cosas  me entusiasman (mi nieto, por fin un cariño sin reglas y sin condiciones, aquél que tiene lugar desde la distancia que une una vida nueva con otra en declive), pero ya  nada ni nadie  me desilusiona. Me hallo en la misma orilla que Voltaire o La Rochefoucauld. Por último, quiero creer que quizás todavía hay una puerta abierta  que conduce hacía África, hacía los sin tierra, donde aún debe quedar algún resto de dignidad y de inocencia”.

 Podría pensarse al leer estas líneas, que el desencanto de los años vividos,  habían labrado en el viejo  amigo de L. un cierto pesimismo. Éste  fue sin embargo siempre,  y seguía siéndolo,  un optimista convencido con un acusado sentido del humor. No hay que confundir pesimismo con clarividencia. De su personalidad destacaban, un elevado concepto de la amistad, una gran coherencia en sus actos,  y un  profundo sentido de la disciplina en su trabajo como docente y como investigador,  acompañado de  una  vocación sin límites. Además, el paso del tiempo había limado las esquinas de un carácter temperamental y de un estilo necesariamente demasiado directo en ocasiones  que a lo largo de su vida le había acarreado algunas enemistades.

 

Habían transcurrido exactamente tres días,  cuando  el viejo sabio llamó a  nuestro personaje. Éste escuchó con suma atención la sugerencia, la inaudita y a primera vista escandalosa sugerencia de su amigo,  que le estaba proponiendo la, en principio, descabellada idea de aplicar sus conocimientos de química a la escritura, según una milenaria receta alquimista que describía un procedimiento infalible para elaborar un cuento,  relato,  poema o  novela. Antes de proseguir, el viejo profesor hizo algunas reflexiones en voz alta que L. siempre recordaría. : “¿Qué son las palabras,  sino una secuencia de caracteres dispuesta al azar a la que el hombre en los albores de la historia le dio un sentido? Cada idioma posee su propia secuencia y los mismos caracteres dispuestos de una u otra manera cobran sentido según el idioma de que se trate. Con las palabras, una vez creadas y almacenadas en la memoria ocurre otro tanto. Bastaría con que  nosotros fuésemos  capaces de separar las palabras de un soporte escrito, un libro por ejemplo, y luego que consiguiésemos reagruparlas en otro orden sobre otro soporte, entonces habríamos conseguido el objetivo de construir un relato inédito. En el fondo las historias existen antes de que el escritor las describa. Las palabras flotando en el aire de nuestra memoria esperan ser derramadas sobre el papel o en la pantalla del ordenador. Todo consiste en dar con la agrupación adecuada. ¿Acaso el escritor conoce de antemano lo que va salir de su pluma? Mi propuesta es aplicar la destilación como medio para separar las palabras, sí destilar palabras, ese es el fundamento, no puedo explicarte más, en la receta encontrarás todos los detalles. Pero sobre todo, haz de poner toda tu capacidad de concentración en el último momento,  si fallas te llevarás alguna sorpresa. “

A pesar  de que no era la primera vez  que acudía a él, esta vez  L. llegó a pensar que el gran hombre había perdido la cabeza, sin embargo era tal su prestigio que éste hubo de disimular su perplejidad y dejó que su amigo prosiguiera con el detalle de la receta. Esta vez,  L. se despidió de su amigo alquimista entre asombrado y escéptico. En el camino de vuelta a casa  trató de poner en orden  lo que había oído. A pesar de la rotundidad con que su amigo se había pronunciado, quedaban muchas dudas por despejar. Sin embargo,  la inquietud y la curiosidad le hicieron desviarse del camino a casa y dirigirse hacía la Facultad. Aquella misma noche  se pondría a trabajar. Siguiendo al pie de la letra las indicaciones de la receta, aquella noche  L. dejó todo preparado para empezar el ensayo al día siguiente. Llenó con agua hasta la mitad un matraz de cuello ancho  y  sumergió en él algunas hojas de una vieja novela que guardaba en un cajón de su mesa de trabajo: “Cada hombre en su noche“era el título y Julien Green el autor. Luego, adaptó  un refrigerante  al cuello del recipiente que debía servir para condensar las palabras  evaporadas. Aquella noche nuestro personaje no pudo dormir. De acuerdo con la receta y con lo manifestado por el profesor,  calentando el fondo del matraz hasta ebullición y condensando los vapores de manera fraccionada,  se recogerían en varios vasos de precipitado los cortes de destilados que contendrían cada uno las diversas partes constituyentes de un relato o varios relatos dependiendo de varios factores que no estaban bajo control del experimentador. En cualquier caso se trataba de una destilación selectiva de palabras. Pero,  cuándo se suponía que lo recogido daba para la extensión deseada, se preguntó L..  Recordó entonces las palabras de su amigo: “Esa es labor del escritor y a él corresponde delimitar y modificar  a su antojo aquello que no le gusta. Cuestión de sentido común. “   Y por qué se preguntó L.,  no ocurriría que como en las destilaciones comunes, las palabras más cortas como preposiciones, conjunciones y pronombres saliesen todas sin ton ni son las primeras, por ser las más cortas.  “Pareces haber olvidado que ésta es una receta alquimista y para  eso están los metales preciosos que hacen de catalizadores y tienen además otros efectos que no estás en condiciones de comprender. Si has acudido a mí, es porque confías en los poderes de mis conocimientos, por lo tanto debes aceptar que algunas cuestiones que a ti  te resultan de difícil entendimiento,  tiempo ha que fueron resueltas por los alquimistas, aunque siento no tener autorización para revelarte los secretos de los grande Maestros “le había comentado el viejo erudito.

 Sin más información y atendiendo a su lógica, L. supuso que la primera fracción correspondería  con seguridad a la mezcla de palabras más volátiles que al depositarse sobre el primer vaso formarían la introducción. Esta idea de volatilidad quedaba muy propia aplicada al comienzo de cualquier relato. Si bien es cierto que  cualquier escritor que se precie, tiene una idea preconcebida del argumento que va a sustentar el relato,  ninguno podría responder a la pregunta de cómo va a empezar éste. Es un misterio que corresponde al azar y que sólo un cúmulo de circunstancias favorables puede a veces justificar. En cuanto a las fracciones siguientes,  L. pensó que el “escritor - alquimista” debía realizar  una labor de ordenación por reducción al absurdo, probando con cada una de aquellas hasta conseguir un todo consistente y coherente. Sin embargo,  no quedó muy convencido de su razonamiento. Algo fallaba.

Al día siguiente,  que era festivo,  L. se puso manos a la obra. Antes de realizar las conexiones eléctricas  añadió a la “disolución de papel en agua” unos miligramos de oro y de platino además de unas gotas de otro producto desconocido que su amigo le había entregado con gran misterio.  Luego,  conectó la manta eléctrica donde reposaba el recipiente, abrió la llave del agua del refrigerante  y esperó a que el contenido del matraz alcanzara su punto de ebullición. El viejo alquimista le había advertido que en las condiciones del ensayo las palabras tardarían  bastante tiempo en destilar.

Durante la espera, que duraría varias horas,  L. hizo algunos descubrimientos muy interesantes. Se preguntó por qué los alquimistas usaban con gran profusión metales preciosos cuando él,  como químico, sabía que éstos se caracterizaban por ser metales nobles, es decir muy poco reactivos o casi inertes. Mientras hacía esta reflexión, halló la respuesta: su poca reactividad era la que hacía de los metales nobles, metales preciosos, pues su  inercia  para con los reactivos, les permitía pertenecer al medio de reacción sin interferir  en la reacción propiamente dicha. Como la mayoría de las reacciones necesitaban de un catalizador  y transcurrían sobre la superficie de éste, qué mejor que un metal noble como el oro o el platino. Ahora,  quedaba satisfactoriamente explicada para L  la importancia de tales metales  para los antiguos alquimistas.

Sin embargo,  no podía  entender el uso del calor ni del medio acuoso para  primero separar las palabras de su soporte y luego reagruparlas según una secuencia lógica. Contra su voluntad,  tuvo que hacer un acto de fe en las palabras de su amigo  y confiar en las virtudes del “producto secreto“que aquél le había dado. En aquel instante recordó sus  palabras: “Todos llegamos a este mundo con nuestra correspondiente dosis de magia. Esa magia fue la responsable de nuestra amistad. Se trata de no dilapidarla  y de adecuar su uso a  cada  situación “L. empezaba a comprender.

Como indicaba la receta, recogió varias fracciones de “palabras destiladas” de poco volumen. Aunque había tardado toda la noche, L. quería tener varias posibilidades.

Ahora, llegado el momento clave,  sintió algún que otro escalofrío.

¿Y si,  un exceso de calor convertía  a las palabras en vapores y aquellas volatilizadas escapaban  por su cuenta hacía cualquier parte?, ¿Qué caminos recorrerían y cómo se unirían? ¿Cómo recibirían los posibles receptores esos mensajes distorsionados, sin sentido? Se preguntó L. con cierto temor, luego se dijo que era un riesgo que había que asumir.

La siguiente operación  y la última,  consistía en verter el contenido de los vasos sobre los  folios que nuestro experimentador tenía preparados al efecto sobre la mesa del laboratorio.

“… si fallas, te llevarás alguna sorpresa.” fueron las últimas palabras del alquimista. Pero hubo un comentario adicional de éste: “Esparce  sobre los folios el producto en forma de polvo y extiéndelo a todo lo largo y ancho de aquellos con sumo cuidado de repartirlo por igual. “

 L. no quería que la prisa del final abortara un experimento en el que tanto empeño había puesto, por eso trató de recordar hasta el más mínimo detalle todo lo acontecido en casa de su amigo. Por fin,  esparció cada fracción sobres varias hojas de papel como decía la receta y  las dejó secar como si de fotografías se tratase. Tuvo que esperar un par de horas. No tuvo ningún fallo, al menos no habría sorpresas, seguramente desagradables, se dijo con alivio.

 Luego, impaciente por conocer los resultados de tan insólita experiencia, leyó una por una cada una de las cuartillas  correspondientes a cada una de las fracciones recogidas, en total noventa. No podía salir de su asombro. Ahí, sobre la mesa,  tenía seis cuentos entre los que elegir, todos diferentes y contados con estilos distintos.

L. recordó a su amigo con una mezcla de cariño, admiración y agradecimiento. A partir de ahora, él también sería un químico convertido a alquimista.

Le quedaba decidirse. Se dijo que aún tenía tiempo y se marchó a casa,  no sin antes guardar como oro en paño los seis cuentos.

Por fin unos días más tarde, después de muchas indecisiones optó por el que a él le pareció más sugerente. Comenzaba así:

 

“Le habían encomendado escribir un cuento, qué complicación, pero si él ni siquiera era escritor, apenas un aficionado de pluma corta, concisa y, sólo a veces, elocuente...

                                                                                                                                                                                   León Cohen 1995

 

 

Carta de un ciudadano corriente

  "Yo soy un hombre que ha salido de su casa por el camino, sin objeto, con la chaqueta puesta al hombro, al amanecer, cuando los gallo...