ERGO SUM 2
A los cincuenta años me siguen
gustando las quinceañeras con medias de lana hasta la rodilla y con faldas
plisadas.
Y Sofía Loren todavía.
A los cincuenta años pienso
como a los veinte, que Marx tenía razón aunque no me gusten ni Stalin ni
Fidel... ni tampoco Rockefeller.
A los cincuenta años me sigue
engatusando el pliegue de tu boca amiga, y la tertulia, sobre todo con tinto y
unos amigos.
A los cincuenta sigo leyendo a Camus como a los veinte,
y adoro a Brel y su “Plat Pays qui est le mien”.
A los cincuenta años remedo a
Blas de Otero, el poeta de la inmensa mayoría,
y me llegan al alma algunos
versos de poetas anónimos como Antonio Sánchez Campos,
y Rovira... y Mario Benedetti.
A los cincuenta años creo como a los veinte, que la amistad
es más espesa y valiosa que la sangre,
y que puede existir en este mundo, incluso.
A los cincuenta años me sigue seduciendo la textura de
tus caderas,
y me inclino ante la invitación que me proponen tus
piernas cruzadas.
A los cincuenta años sé como a los veinte, que un charco no es un río, que
el mar no es infinito,
y también sé, por fin, que
pertenezco al grupo de los mayores, que soy también los otros,
esos, que si no mueren hoy, podría ser mañana o cualquier
día.
1997
De mi libro Cartas y Cortos publicado en 2004