Blog de León Cohen Mesonero

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RESEÑAS SOBRE MI OBRA LITERARIA. 9.- Jacobo Israel Garzón.

 Entre dos aguas 

A modo de prólogo

Jacobo Israel Garzón

Madrid, diciembre de 2012 5º día de Januca

 

Escribir un prólogo a estos relatos y reflexiones de León Cohén es para mí motivo de doble interés. En primer lugar, por abrir este texto la publicación del trabajo literario desarrollado a lo largo de un periodo de más de veinte años, por alguien a quien considero un amigo personal; y en segundo lugar, por la calidad de los textos. León Cohén Mesonero escribe con maestría, sentimiento y razón, extraordinaria mezcla que permitirá al lector disfrutar de los distintos temas que aborda, trátese de asuntos familiares u otros más genéricos relativos a su Larache natal o a los demás escenarios en que transcurrió su infancia, adolescencia y primera juventud (Suk el Arba, Rabat, Tánger,…). También por la valen[1]tía y validez de sus reflexiones. En sus textos, en general breves, el autor presenta cada uno de los asuntos– sea una reflexión, un sentimiento, una sensación o un relato de creación literaria - de un modo tan preciso y a la vez elaborado, que lo transforma en una pequeña historia que rápidamente engancha al lector. Este modo de escribir no puede proceder sino de una personalidad especialmente cultivada, discreta y con múltiples intereses intelectuales. Así es efectivamente León Cohén, catedrático universitario en el campo de las ciencias químicas, escritor litera[1]rio, pensador, hombre políglota interesado por la sociedad y la política, que une en sus raíces el calor del hogar sefardí y el realismo de la sociedad castellana vieja, pero cuya cultura ha sido definitivamente traspasada por la racionalidad de la Francia republicana. León Cohén es hombre de principios, de ideas y de valores. El carácter del autor, renacentista y contemporáneo, universalista y escasamente etnocéntrico, le permite mantener un discurso coherente y transmitir con una sencillez elaborada la esencia de sus relatos y reflexiones

Hay, además, en León Cohén, hombre del Atlántico, una luz mediterránea que encierra sus nostalgias en perfiles definidos. Hijo del Protectorado de España en Marruecos, ese mismo Protectorado cuyo centenario ha pasado sin pena ni gloria en este país de desmemorias, León ha vivido y vive, aunque ahora esté en Algeciras y no en su Larache natal, en medio de tres culturas que convivían o que, al menos, vivían, conjuntamente, respetando cada una los límites de la otra. El lector podrá comprender a un autor que es al mismo tiempo un pedagogo en su modo de presentar los temas y en la aparente sencillez de su propuesta, una especial manera de entretener y enseñar, dedicada sin pretenderlo a aquellos lectores que no tienen una especial sensibilidad hacia las vivencias del escritor. Los géneros literarios utilizados por el autor son diversos, pero destaca más que ningún otro el epistolar. Hay en las cartas escritas por Cohen una intimidad transmitida y sentida, a pesar de que no conocimos a los personajes a las que las dirige. Hay cartas al padre, a las tías, a las primas y a otros familiares de los que el tiempo, la muerte o el espacio le separaron. Quizás falte una extensa carta a la madre, a la manera de la que otro Cohen, por nombre Albert y escrita en francés, publicara. Una carta que de alguna forma, además de darle más luz a su infancia nos permitiera ver el crisol mestizo y complejo de su formación moral e intelectual. No me gustaría terminar estas líneas sin una referencia a otra característica de su literatura, además de la calidad del género epistolar, de su carácter pedagógico y de su valor universalista. Me refiero a la poesía. El poema, sentido pero no rimado, casi como una música de fondo, recorre el texto de principio a fin. Es poema de nostalgia, de solidaridad, de reflexión, de una cierta tristeza que se adivina. Como otros buenos observadores, León Cohén, que lo es por lucidez y dedicación, por impulso propio y por ímpetu al que le obliga la dicotomía entre su formación francesa y su vivencia en un clima social anárquico y variado, siente que la Humanidad no va por buen camino; sin perder nunca la esperanza, sabe que no es sencillo mantenerla, y gusta de la soledad, del paseo junto al mar, de la mirada perdida al horizonte… El lector hará bien en leer este libro con calma y tranquilidad, intentando penetrar en el texto y en las vivencias del autor, intentando comprender al otro que siempre, siempre, está presente en el texto de León Cohén.

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