5.
“La
utopía necesaria de Tánger que estamos construyendo a partir de Antonio y
Emilio es un hermoso edificio de palabras y recuerdos, que flota en el ambiente
con mayor fuerza que la realidad y que nos recuerda que tanto si fue cierta
como si no lo fue en todos sus matices, merecería haberlo sido. Se trata, ni más ni menos, de disponer de un
lugar donde poder ser judío, cristiano, musulmán o agnóstico en libertad, de
profesar las ideas que cada cual profese sin temor y sin violencias, de
respetar la forma en que cada cual expresa su relación con el amor, que es lo
que distingue al ser humano – hombre y mujer – de los seres irracionales.” Domingo del Pino
"Mi amigo y paisano León Cohen hizo, no hace mucho, un viaje a Tánger, otro viaje más de regreso. Él, un larachense que vivió parte del vejo esplendor del Tánger más decadente, recrea en este texto un curioso periplo a través del tiempo y del espacio. El encuentro imposible con Mohamed Chukri y con Ángel Vázquez, le sirve a León Cohen para hurgar en las diferentes visiones que sobre la misma ciudad escribieron esos dos autores y la suya propia. Es un ejercicio interesante, y muy aleccionador. La inserción en el relato de Sol Bensusan, ese personaje creado por León, como contrapeso a la Juanita Narboni de Vázquez, me parece tan sugerente como esclarecedor, porque, frente al resentimiento de Juanita y a la permanente venganza de Chukri, Sol, que es León, reivindica otra forma de sentir Tánger, quizá la más hermosa, o tal vez la más entrañable. Probablemente sea porque, como ella-él mismo dice, se amamantó en Larache.
Un relato fascinante."
Sergio Barce, septiembre 2015
****
La Librairie des Colonnes
Aquel
era un viaje anodino que no hacía presagiar lo que después ocurriría. No disponía
de demasiado tiempo, pero aprovechó un tiempo muerto en la apretada agenda de
los dos días de visita a Tánger, para acudir a aquel pequeño templo de la
cultura, que en tiempos fue además un círculo de reunión de republicanos y de
antifranquistas. Aquella mañana desayunó temprano en una cafetería próxima a la
Librairie des Colonnes situada en el
54 del Boulevard Pasteur. Estaba alojado en el Hotel Rembrandt, todo quedaba pues muy cerca, dando la
impresión de que los hados del destino se hubieran confabulado para hacer
inevitable la visita. Era todavía pronto cuando terminó de desayunar, de manera
que se puso a leer los diarios para
darle tiempo al tiempo, hasta que llegara la hora de apertura de la librería.
Cualquier tangerino con una mínima inquietud intelectual había entrado en ella
alguna vez. En los años 60 del siglo pasado, la librería conservaba esas señas de
identidad que la convertían en símbolo y patrimonio de los tangerinos. Bastaba
con darse una vuelta por el Boulevard Pasteur para toparse con ella. Uno
desfilaba por sus estanterías o sus mesas repletas de libros, con una mezcla de
curiosidad y ansiedad, esperando encontrar alguna publicación novedosa de Ruedo
Ibérico, o a Eduardo Haro Tecglen en persona, o a su amigo Ángel Vázquez, entre otros muchos
ilustres de la pluma o de la política. En aquella pequeña superficie
rectangular, oyó por vez primera el nombre de Jorge Semprún, alias Federico Sánchez. Esa librería era frecuentada por el padre de
su amigo, José Marmolejo, que solía aprovechar las visitas para charlar con sus
amigos exiliados y comprar algún libro para regalar al hijo de algún conocido. Recordaba
como en una ocasión compró algunos ejemplares de Platero y yo. Era su manera de sembrar cultura en los jóvenes e
iniciarlos en lo que consideraba más que habito, el arte de la lectura.
Primero
Isabelle Gerofi (de soltera Doneux) y su cuñada Yvonne, y más tarde Rachel
Moyal o Muyal, (apellido que parece tener su origen en Moya de la provincia de
Lugo), habían sido las gestoras y el alma de la librería, en épocas distintas.
Las dos primeras, mujer y hermana respectivamente del fundador de la librería
en 1949, Robert Gerofi, un profesor belga del Lycée Regnault convertido en
mecenas. La tercera, Rachel, se hizo cargo hacia 1974 y se mantuvo hasta 1999.
Gestionar la librería en aquellos tiempos mágicos en la historia tangerina,
debió de ser emocionante y absorbente. Esas tres mujeres, tuvieron la difícil misión de
mantener vivas las inquietudes culturales de muchos tangerinos y de visitantes
extranjeros que por aquellos tiempos abundaban en aquel Tánger, tierra de todos
y de nadie. Frecuentada por grandes nombres de la literatura, como Beckett,
Genet, Goytisolo, Tennessee Williams, Capote, Choukri, Jane y Paul Bowles, o
Tahar Ben Jelloun; intelectuales como Sanz de Soto o artistas como Francis Bacon, entre muchos otros, la
librería se convirtió pronto en un referente cultural para los tangerinos. Un
empleado ilustre fue Ángel Vázquez, el último y gran escritor maldito de la
literatura en castellano. El inefable autor de ese imperecedero y magnífico monólogo
que es La vida perra de Juanita Narboni.
Había
hecho tiempo, y tocaba subir unos veinte metros que eran los que separaban a la
librería de la cafetería. Empujó la puerta de entrada suavemente como cuando
uno entra en una biblioteca, para no hacer ruido, sigilosamente. El local
conservaba su antigua apariencia, como si el tiempo no hubiera querido
importunarlo, no obstante, la mayoría de los títulos expuestos en nada se
parecía a los de su época, evidentemente. Había ordenadores, tabletas, libros
electrónicos, lo normal en estos tiempos tecnológicos.
Mientras
se entretenía en hojear algún ejemplar elegido al azar con curiosidad y parsimonia,
se le acercó un empleado que sorpresivamente se dirigió a él en estos términos:
- Sr. C.,
nada más verlo entrar, he sabido que era usted un tangerino exiliado, de
aquellos que abandonaron la ciudad a finales de los años 60, su manera de
entrar, su mirada, sus gestos dubitativos, todo en usted hacía presagiar su
origen, y me permitía identificarlo.
¿Cómo
sabía mi apellido, si jamás me había visto, ni yo a él? Se preguntó nuestro
protagonista. Halló la respuesta enseguida:
- Le
veo sorprendido y preocupado, continuó el empleado, conozco su apellido porque
me lo ha comunicado mi amigo Nordine, al que usted puede ver al fondo y que es el
recepcionista del hotel donde usted se hospeda. No hay ningún misterio como
puede comprobar.
- ¡Uf!
No sabía qué pensar, me ha sacado usted de un apuro, exclamó C.
- Tenemos
la costumbre, continuó el joven encargado, de obsequiar a nuestros clientes
tangerinos, con un libro y una visita a nuestra trastienda. Acompáñeme por
favor señor C.
Nuestro
hombre ignoraba que la librería tuviera dependencias ocultas a primera vista.
El empleado abrió una puerta muy bien disimulada tras un enorme espejo e invitó a C. a que
pasase. Él nunca lo hubiera imaginado, se trataba de una sala enorme, con mesas
simétricamente distribuidas, algunas de ellas ocupadas por personas que
parecían hablar muy animadamente, y a lo largo y ancho, uno podía discernir
estanterías repletas de libros, todo ello formando un conjunto agradable, a
medio camino entre una sala de lectura y una cafetería, una especie de club
privado. Pudo observar cómo, en una de las paredes al fondo del salón, proyectaban sobre distintas
pantallas, imágenes y películas del esplendor tangerino. Pero las sorpresas no
habían hecho más que empezar.
C.
no daba crédito a lo que estaba viendo, en unas de las mesas, apoyadas cada una
en una silla, de pie, distinguió a las
Gerofi, y casi en la misma postura pero en otra mesa, estaba Rachel Muyal. Pero
cómo, se preguntó, si las Gerofi habían
fallecido hacía muchos años. Su sorpresa fue en aumento cuando pudo ver cómo las
tres damas se separaron de sus contertulios y se acercaron a él para recibirlo
y saludarlo. Todavía anonadado por la sorpresa, pudo oír cómo las tres mujeres
alternativamente tomaban la palabra y se pronunciaban en términos parecidos a
estos:
- Señor
C. comprendemos su asombro al vernos, pasados tantos años, pero seguimos aquí,
no porque seamos inmortales, sino más bien porque alguien, cuya identidad no
podemos desvelar, nos encomendó seguir nuestra labor “educadora”, desde otro
lugar como es o representa esta trastienda de nuestra librería. Solo algunos
clientes distinguidos como usted, son invitados a compartir con nosotras un
tiempo y a ser informados sobre lo aquí ocurre. Verá, señor C., este club
privado, incluye entre sus socios a artistas y clientes ilustres, ya desaparecidos
y que en el pasado guardaron algún tipo de relación con la librería (condiciones
sine qua non para ser admitido). Somos de alguna manera las testigos y
guardianas eternas de la vida cultural de
aquella Tánger encantada, única y
variopinta, alabada y siempre añorada por aquellos que la conocieron y se
enamoraron de ella. Le recuerdo la evocación que de nuestra ciudad hizo Sol
Bensusan en su cariñosa Carta a Juanita
Narboni :
“Juanita,
en ocasiones he comentado con otros tangerinos las razones ocultas o demasiado
evidentes que nos obligaron a todos a dejar nuestro pueblo. ¿Fue acaso una
mano oculta la que nos expulsó? ¿No
sería más bien un castigo de unos dioses atónitos y desconcertados, cansados
hasta la envidia de permitirnos vivir en un paraíso al que contra su voluntad
nos habíamos hecho acreedores? ¿O fueron los tiempos históricos, eso que llaman
el devenir y que siempre acaba
impidiendo la existencia prolongada de situaciones diferentes, impropias de la
vulgaridad en que se desenvuelve la mayoría?
¿Chi lo sa? El hecho cierto es que nos fuimos empujados por esa posible
mezcla de fuerzas misteriosas,
abandonamos nuestra torre de Babel, nuestra pequeña Troya, nuestras casas y
nuestras avenidas, nuestro Boulevard y nuestro Monte Viejo, nuestras playas
incomparables, nuestra “façon d’être”, ese estilo de vida único e
irrepetible. Y nos dispersamos por el mundo, aunque ninguno de nosotros volvió
la vista atrás por temor a que nuestro pueblo se convirtiera en montaña de sal
como le ocurrió a la mujer de Loth en la mitología judía. Hoy sabemos que la
suma de nuestras melancolías ha traspasado los mares y las montañas y que
Tánger desapareció con el último tangerino, que de ella sólo queda una imagen hueca hecha de
recuerdos y de nostalgia.
Hoy
sabemos también que Tánger fue paradigma
durante un periodo relativamente largo,
que abarca más de la mitad del siglo XX, del florecimiento de una cultura
cosmopolita que iba más allá del simple multilingüismo para
adentrarse en facetas más amplias como
la heterogeneidad religiosa y social de
la que surgió una sociedad donde la
regla era la pluralidad, el “laissez faire y el laissez vivre”. En Tánger casi nadie prejuzgaba a
nadie ni por su origen social ni menos aún por el religioso o nacional. En este
punto los tangerinos fueron más que tolerantes,
clarividentes y solidarios. En Tánger se podía pasar sin transición del
castellano al francés y viceversa, también era el único lugar en el mundo donde
los no judíos hablaban haketía, hacía parte de la cultura tangerina.
Paradójicamente, esa altura de miras se daba en una sociedad necesariamente
cerrada y aislada por un lado por el mar
y por otro por la frontera con el resto de Marruecos.”
-
También cultivamos en este club la palabra
precisa, el giro justo, la metáfora, el matiz, la claridad del concepto, la frase
fluida, las dicotomías del pensamiento, la ironía, la riqueza descriptiva, la
paradoja…Todos aquellos elementos del lenguaje y del pensamiento, que
enriquecen la expresión literaria y la expresión a secas, y elevan el nivel de la palabra desde mera herramienta de comunicación hasta convertirla en arte, añadió Isabelle
Gerofi. Y lo hacemos en varios idiomas, como buenos tangerinos. Rachel Muyal tomó
el relevo diciendo:
- Como
sabemos que no dispone usted como nosotras, de todo el tiempo del mundo, le
proponemos elegir a dos o tres personas, de las que aquí se encuentran, y con
las que usted tenga particular interés en hablar y debatir.
A
pesar de sentirse algo aturdido y confuso por la experiencia que estaba
viviendo, C. siguió el juego y aunque le hubiera encantado hablar con muchos de
los que fueron y que ahí se encontraban, no dudó en su elección, nombrando a
Ángel Vázquez y a Mohamed Chukri. ¿Qué
podía unirle a esos dos escritores malditos, borrachos más que alcohólicos, que había elegido? Solo había
leído un libro de cada uno, pero ambos, La
vida perra de Juanita y Tiempo de
errores, le habían impresionado y marcado, le habían hecho sentirse próximo
a estos dos empedernidos pesimistas, él, que era un optimista irreconciliable.
Sus vidas no habían sido un ejemplo para nadie, nada bueno que aprender de
ellos, pero la innegable y terrible clarividencia de ambos como la del fascista
Céline, le había atrapado. “Voir clair
dans ce qui est” decía Celine con cínico sarcasmo. ¿Por qué deseaba
enfrentarse a ellos? ¿Acaso echaba en falta una vida de sufrimientos y
carencias que no había tenido? Nada de eso, lo que C. realmente deseaba, era
hablar de su Tánger con dos auténticos tangerinos que conocieran la cruz
y la cara de la ciudad, sus hechizos y sus secretos no siempre revelados. No le
interesaba la opinión de los “extranjeros”, de esos que nunca y a su pesar,
pudieron evitar establecer esa invisible distancia con el Tánger profundo, como
si siempre hubieran estado de visita o de paso. Los lugares pertenecen a
sus habitantes, a aquellos que asumen,
interiorizan y hacen suya la ciudad y a sus vecinos, pero nunca será de sus
visitantes. Para los primeros son su vida, para los segundos son una
experiencia más o menos enriquecedora.
-
Mira Mohamed, yo no me puedo inventar los malos recuerdos que no tengo, ni los
malos ratos que no viví. Ni tú tampoco, pero al revés, se dijo a sí mismo como
si hablara con Choukry. Ya nos has contado hasta la saciedad, lo mal que lo
pasaste, y bien que te vengaste de tus protectores Paul Bowles y Jean Genet, en
una miserable demostración de ingratitud y de nula lealtad. Pero esos conceptos
para ti, viniendo del otro lado, del lado malo de la vida, no tienen demasiado peso,
ni sentido. Mas una cosa te digo, no se pasa de vivir en la miseria a escritor
de éxito sin un mecenas o muchos mecenas. Tú sabrás lo que callas. Tú sabrás a
qué altura situaste tu dignidad. Dicen tus paisanos que das una mala imagen de
Tánger, yo sin embargo, pienso que tanto el negativo como la foto, son
necesarios para completar la imagen. Nada es totalmente blanco ni negro, hay
demasiados matices entre ambos colores o falta de colores. Creo encontrarme en
medio, dónde la gente corriente. Ni turista, ni limpiabotas. Ni borracho, ni
abstemio. Desde tu extremo, eres un escritor maldito pero necesario. Mohamed, una
parte de la verdad sobre la vida y sobre Tánger es tuya, pero no puedes negar
las alícuotas bien distintas que nos corresponden a Paul y a mí. Yo no barnicé
con una pátina dulzona mis recuerdos, ni enmascaré mí pasado, simplemente traté
de describirlo desde mi nostalgia y mi cariño. Era mi parte de una realidad más
completa y compleja que engloba e
incluye a la tuya. Me fastidia tu maniqueísmo y todos los maniqueísmos, porque
nacen del resentimiento y de la envidia. Echarles la culpa a los que no han
tenido tu mala suerte y convertirlos en los responsables directos o indirectos
de tus desdichas, no es el mejor remedio, ni tampoco la justificación para aplacar
tu malestar y tu rebeldía.
Sentado
frente a él, Mohamed Choukry o su fantasma, miraba al vacío con aire
indiferente, sin ningún gesto que revelara su pensamiento o su opinión. C. tuvo
que imaginar su respuesta, porque del “resucitado”, no salió nada:
- Eres
un pequeño cabrón, al que podría destrozar con una argumentación precisa y
pasarte por encima como una apisonadora.
Pero estoy muerto, enano, y los muertos ya hemos dicho o escrito todo lo que
teníamos que decir y que callar en vida. Así que jódete. Si quieres una
respuesta vuelve a mis libros y piensa lo que te apetezca.
Mientras
C. se respondía por Choukry, este había desaparecido y en su lugar estaba sentado
Ángel Vázquez (en realidad su primer nombre era Antonio y él se inclinó por Ángel,
porque Antonio le parecía un nombre muy de torero, seguramente pensaba en
Antonio Bienvenida y en Antonio Ordoñez), el tangerino que escribió la vida
perra de la inefable Juanita Narboni, su alter ego.
- Estimado
Ángel: Juanita se ha convertido en un arquetipo de tangerina de clase media
baja, pero además, a través de sus palabras queda reflejada parte de la gloria
y de la decadencia de Tánger, sobre todo de esta última. Yo leí la novela en
1981, cinco años después de su publicación. Lo extraordinario es que pasados veinte
años, en una noche de insomnio y de extraña inspiración por inesperada, le
escribí una carta a Juanita, en la que mi personaje, Sol Bensusan, consigue
reproducir el lenguaje, la cadencia y el ritmo que empleaba Juanita, para
situarse en su universo, como si el texto le hubiera sido dictado por ti mismo.
Pero con todo, Sol no habla como Juanita, en sus recuerdos tangerinos, hay
añoranza y cariño, como demuestra este párrafo de su segunda e inédita carta a
Juanita:
Querida Juanita: Aquí estoy
de nuevo, reina. Soy tu amiga Sol. Mira “habiba”, dices que Tánger es como una
caracola que va recogiendo los peores ruidos del mundo, seguramente sea verdad
en parte, pero te olvidas de lo bueno mi bien, porque también recogía todos los
ruidos buenos, en esa “deliciosa mentira”, como dijo alguna vez tu entrañable
amigo Emilio Sanz de Soto, cabíamos
todos, los buenos, los malos y los regulares. Nadie nos preguntaba por nuestras
creencias religiosas ni políticas o nuestra condición sexual. Y eso, era y
sigue siendo bueno. Juanita, tu estudiaste en tres escuelas, la francesa, la
italiana y la inglesa, “aiwa”, te parece poco? Trabajaste con un judío húngaro
al que tú solo entendías, hablabas haquetía, qué quieres que te diga reina, eso
nada más que podía pasar en Tánger. ¿Tú crees que en otro lugar del mundo, tu
madre, Mariquita Molina, habría encontrado una pigmalion como Monique Boissonet, la dueña de la sombrerería en la
que ella empezó? ¿Por qué esa amargura entonces, de dónde
te vino ese mal que “te cayó el mazal” ?
Dicen, que si no te llega a amamantar una negra de Larache, te hubieras
muerto. Ya sabía yo Juanita, que algo teníamos en común tú y yo, la leche que
mamamos era del mismo sitio, de mi entrañable Larache, pero a mí parece que me
sentó mejor, querida.
Por el contrario, en Juanita hay ironía, un
pelín de mala leche, pero también una amargura mal disimuladas. Para mí, Tánger
trasciende tu pesimismo y el resentimiento de Choukry, y discurre por muchos senderos
donde también caben la alegría de vivir y de ser tangerinos. Nadie puede negar
su belleza paisajística, abrazada en sus extremos por dos cabos, el Espartel y
el Malabata , las aguas que bañan su bahía recogen el encuentro de dos mares,
el tranquilo Mediterráneo y el majestuoso Atlántico, dando lugar a
extraordinarias playas a uno y otro lado de la ciudad. La época del auge
tangerino, la belle époque, no solo
perdura en los libros y en los recuerdos de algunos y ya escasos supervivientes, sino que todavía su luz
ilumina algunas calles y edificios, y su espíritu planea sobre la ciudad como
queriendo dejar constancia de su rico pasado.
Contigo, amigo Ángel, me ocurre como con Mohamed, aprecio y admiro tu
extraordinario monólogo tangerino, pero rechazo parte del pesimismo que de él
se desprende.
Tampoco
Vázquez pareció atender al relato de C. y
solo se permitió exhibir una sonrisa entre cómplice y socarrona, como punto
final a su breve encuentro. Eso sí, demostró más educación y mayor cortesía que
el tosco Choukry en su despedida.
C.
estaba de nuevo solo en la mesa, miró a su alrededor, recorriendo con pausa y
fijándose en el detalle, toda la sala. Sintió que todo aquello (ambiente,
personas y decoración) que en principio podía considerarse un loable intento
(ficticio o real) de recuperación de la memoria cultural tangerina, había
resultado fallido y había quedado reducido a un pequeño esperpento que le
inspiraba una mezcla de sensaciones contradictorias como tristeza, decepción,
pena y hastío. No habían transcurrido más de cinco minutos, cuando las tres
damas se le acercaron para acompañarlo a la puerta y se manifestaron del modo
siguiente:
-
Estimado amigo: Como podrá imaginar, nos hubiera gustado dedicarle más tiempo y
que su entrevista, más que encuentro, con los dos escritores tangerinos,
hubiera resultado más provechosa, pero las cosas son como son o como fueron, y
todo ha cambiado tanto, querido amigo, que volver sobre nuestros pasos, puede
resultar una pérdida irreparable de tiempo. Todos nosotros fuimos, estuvimos, y
dejamos nuestro legado, cada cual según sus capacidades. Pero indudablemente,
entre unos y otros ayudamos a levantar el pequeño o gran edificio de la
historia de nuestra ciudad.
Las
últimas palabras fueron de Rachel Muyal: -
Jasrá. Tanger for ever.
C.
se preguntó cómo y por qué su visita a la librería, se había convertido en un
viaje al pasado y a la nostalgia, en un nuevo reencuentro (pues no era el
primero) con el Tánger mítico y eterno. Reflexionó sobre la conveniencia e
incluso sobre la utilidad de volver a escribir sobre lo mismo y sobre su
validez literaria. ¿Para qué y por qué se escribe? Las preguntas de siempre le
acechaban de nuevo.
Salió
a la calle y respiró profundamente pues sintió alivio, por una doble razón, en
primer lugar, por abandonar un pasado que empezaba a agobiarle y en segundo
lugar, por acabar un relato que no parecía tener fin. Salió con paso ligero, recorrió
apenas veinte metros, giró hacía la Calle Goya y desapareció.
Nota del autor: No sabemos hacía dónde se dirigió C.
por la Calle Goya, pues es posible que este relato no haya acabado todavía.
Sorprendente relato
ResponderEliminar