“El escritor León Cohen Mesonero nos ofrece una nueva
publicación titulada “Encuentros en el jardín virtual.”. Con
esta obra una vez más nuestro autor nos sorprende con su
creatividad reflexiva y su libre pensamiento. Con citas de J.P.
Sartre: “L´enfer c´est les autres “ o bien de Voltaire, Oscar
Wilde, Jorge Luis Borges o Demófilo, sin dejar de tener en cuenta
las del propio autor; todas ellas aportan sabiduría y abren la
ventana de la creatividad al texto que comentamos, siendo punto
de partida para las reflexiones que nuestro autor León Cohen
(El Alquimista) y Jerónimo Cabillas (Aladino) aportan a la obra
en cuestión y entre realidad, convicciones e imaginación tejen
un sugestivo diálogo donde se sustentan experiencias y actitudes
ante la vida.
Así van concurriendo los diferentes puntos de vista, ante
el enfoque de un tema que deriva en premisas compartidas o
cuestionadas por el Alquimista o por Aladino. El primero centra
sus derivaciones desde una visión intelectual, y Aladino recoge
el tema desde un enfoque realista.
De esta forma en los diferentes apartados uno y otro, van
tomando la palabra, muchas veces coincidiendo y en otras,
las divergencias se hacen patentes, pero siempre con un mutuo
entendimiento, donde los posicionamientos encuentran nexos
y jamás grandes desacuerdos. Quizás esta forma de proceder
sea un enfoque necesario para llegar a establecer acuerdos.”
Paloma F. Gomá
A nuestra edad
“Ayer tuve un sueño: Soñaba que cabalgaba a lomos del
tiempo.” L.Cohen
“Sé que somos la suma de instantes sucesivos que el tiempo
no destruye” José Hierro
El Alquimista. A nuestra edad, repasamos nuestra vida
con cierta frecuencia, y en ese repaso descubrimos hechos que
justifican nuestra forma de ser, pues en verdad, somos mucho
más nosotros por lo que hemos vivido que por lo heredado
genéticamente. Somos en definitiva, la suma de las influencias
que los demás han dejado en nosotros. En mi trayectoria vital
se mezclaron, rupturas naturales, paso de la infancia a la
adolescencia o de la adolescencia a la edad adulta, con rupturas
externas que hicieron a aquellas más difíciles si cabe. Todas esas
experiencias y otras van puliendo y conformando lo que uno va
deviniendo y en lo que uno acaba convirtiéndose. El hombre sabe
sobrevivir. Al final, puedo decir sin temor a equivocarme, que he
tenido en mi vida, como la mayoría de nosotros, importantes
influencias de otras personalidades que han ido dejando en mí su
poso. He aprendido de ellos observándolos actuar o hablar, he
aprendido de sus silencios, de su generosidad, de su prudencia o
de su discreción. He sido un alumno dispuesto a aprender y
muy permeable, lo sigo siendo. Quizás pueda parecer, hoy en
día, una actitud ingenua, pero siempre en mí anidó la voluntad
inquebrantable de ser mejor persona cada día de mi vida, de ser
mejor profesional, mejor todo, que en nada se parece a tratar de
ser el mejor. Por todo lo expuesto, un día, ha tiempo, escribí:
“Vivir es envejecer. No podría ser de otra manera. Envejecer es
coleccionar recuerdos y momentos compartidos con otros, con
esos seres que por pura casualidad nos pertenecieron y a los
que pertenecimos. Esos seres que nos habitan y nos visitan por y para siempre. La ventaja de los viejos es que poseen todas las
edades. En ellos conviven la niñez, la adolescencia, la juventud,
la madurez y la propia vejez. Todos somos realmente lo que ha
sido nuestro pasado. El pasado de cada uno es el labrador del
presente. Por eso, creo que se puede seguir siendo bello en
todos los sentidos (por fuera y por dentro) hasta que empieza la
verdadera decrepitud. Llegado ese momento, uno debiera haber
aprendido a dejar su hueco para que otro lo ocupe, sin amargura
y sin miedo. También, creo que la suerte ha de acompañarnos
para alcanzar ese tiempo de despedida”. Hemos llegado al jardín
de los vejetes sin demasiados achaques. Es cierto que la vida nos
ha dado algún que otro coletazo pero hemos sabido superarlo.
Sobre todo hemos aprendido a interpretar la realidad, que no es
otra cosa que conocer al de enfrente y a nuestro entorno. Eso es
algo importante. Yo me acuerdo de aquel joven que yo era y de
algunas cosas que hacía y creía y me digo: ¡Qué ingenuo! Valorar
las cosas y a los demás en su justo término, apreciar al que viene
por derecho, poseer empatía, reconocer al aprovechado, saber
quiénes son los tuyos, no empalagarse con los éxitos propios,
saber mantenerse al margen, saber callar a tiempo, dejar la
soberbia en un rincón oscuro, controlar el silencio, reconducir
la euforia por caminos placenteros, hacer lo imposible para no
ofender, dar lo que se puede y cuando se puede o no se puede...
No está mal, no está mal.
Aladino. A nuestra edad tenemos la capacidad, o deberíamos
tenerla ya, de distinguir el material del que están hechas muchas
cosas: La mentira está mal constituida, no se mantiene, se cae
sola o se tambalea, hay que hacer algún esfuerzo para aceptarla
y mantenerla con validez. En realidad pienso que nadie puede
engañarnos, es nuestra decisión de creer o no creer las cosas
que nos cuentan, pero el tufillo de cada situación nos da todos
los datos necesarios, generalmente. La verdad mira de frente, no
parpadea ni se lleva la mano para cubrir la boca al hablar, es
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fácil de entender, no tiene entresijos, tiene todos sus puntos fijos
a la lógica, una lógica sencilla y simple. No hace falta esfuerzo,
simplemente “es”. Es comprensible fácilmente. Es el gesto
del que habla, lo que no dice, eso es lo que contiene lo que
interesa saber, déjalo hablar, observa sin interrumpir, verás los
huecos inconsistentes en pocos minutos. Tú y yo no nos habíamos
visto en muchos años ¡Vaya Vd. a saber en la clase de elemento
que se puede haber convertido aquel jovenzuelo atrevido! Yo
estaba casi seguro de la clase de persona que encontraría y no
me equivoqué. Yo suelo “redimirme” ahora en verano dos veces
al día: cuando me despierto repleto de un buen descanso, no
siento ni frío ni calor, me siento como en un “útero materno” y
lo alargo un rato, sin prisas... luego sobre las nueve de la noche
una buena ducha fresquita y a tomar unos tintillos a la terraza.
Ahora hace una luna preciosa, ya ha empezado a ser menguante.
Nostalgia
“¿Cómo asir este tiempo lineal que cual humo se escapa,
nos rehuye, este tiempo que es nuestra vida , que a lo mejor ni
existe?” L.Cohen
El Alquimista. Amigo Aladino: Los círculos acaban
cerrándose. Ayer, recibí esta foto del amigo que está a mi lado, fue
en Tánger un 21-07-1967. Mi amigo es un francés que jugaba al
fútbol y estudiaba conmigo. Curioso que cuarenta y tres después,
reciba esta foto que me retrotrae a mi primera juventud Al vernos,
tan jóvenes, tan perfectos, no pude evitar sentir escalofríos. Me
pregunté incluso, sí daría algo por volver a ser aquel jovenzuelo.
No lo sé. Nunca podremos escapar de lo que un día fuimos.
Aladino. Si yo tuviera la oportunidad de volver a tener
algunos años, muchos o pocos, sin duda la rechazaría, claro
ahora tenemos barriguita, canas, algo de mala leche, pero hay
algo que le arrancamos a la vida: Lo que somos, lo que hoy
somos, lo que pensamos, lo que somos capaces de comprender
ahora, El Domingo almorcé con Claudia, mi hija mayor y con
Hugo, mi nieto. Después de la comida fuimos a un parque infantil
para que Hugo, 6 años, desfogara una “mijita” de testosterona,
joder, estaba “imparable”. Charlando con Claudia, me salió
una frase curiosa: “Soy la persona que siempre quise ser y vivo
en el lugar dónde siempre quise vivir”, ella se echó a reír y me
contestó que tenía exactamente la misma sensación. Esta simple
frase contiene su peso en oro: el que la pronuncia es feliz. Sin
la más mínima sombra de duda. No disfrutaría ahora de aquel
cuerpo perfecto de la misma forma que lo hice entonces que no
sabía que lo tenía, ahora toca vivir a fondo, comprender nuestro
camino hasta aquí, echar un capote al jovenzuelo que no sabe
nada de nada y cree saberlo todo de todo.
La autoestima
“Trata de no ser un hombre de éxito sino un
hombre de valor.” Albert Einstein
El Alquimista. No sé muy bien si existen diferencias reales entre
autoestima, amor propio, orgullo o soberbia, pero es lo de menos.
La autoestima, que tiene muchos “visages” (que diría un francés),
no se satisface con una simple estimación subjetiva que nazca de la
reflexión personal. No basta con decirse qué guapo, qué honrado
o qué trabajador soy. La autoestima necesita del reconocimiento
del otro o de la sociedad, según el caso. Necesitamos ser queridos
o admirados por la gente que nos importa, ya sean nuestros hijos,
nuestra pareja o determinados amigos. También puede resultar
importante en muchos casos, que nuestro trabajo, nuestro
esfuerzo o nuestra dedicación sean reconocidos por la sociedad.
Pero por encima de todo, es esencial y primordial, que todo lo que
hacemos y decimos, que lo que realmente somos o pretendemos
ser, esté de acuerdo con nuestros pensamientos y sentimientos
más profundos, es decir con nuestro yo. No se trata de adecuar la
realidad a nuestros deseos o de disfrazar ésta para convencernos,
sino y sobre todo, de construir nuestra propia realidad de
acuerdo con nuestros principios y nuestra manera de ser. Y de
saber discernir de entre las infinitas maneras de conducir nuestra
vida, la nuestra, la que hemos elegido porque creemos que es la
que mejor nos corresponde. Esto quizás tenga más que ver con
la llamada inteligencia emocional, pero resulta difícil imaginar
a alguien con un elevado nivel de ésta, que no posea al mismo
tiempo una gran autoestima. Aunque claro, tener una autoestima
alta tiene sus consecuencias negativas. Nos convierte en más
vulnerables cuando no somos reconocidos como esperamos o
cuando somos rechazados injustamente y en otros muchos casos.
Conviene por lo tanto dedicar tiempo y reflexión hasta conseguir limar las puntas innecesarias de una autoestima demasiado
poseída de sí misma. Para poder volar hay que saber primero
agarrarse bien al suelo.
Aladino. El tema que abordas es apasionante (al menos para
mí) y merece más, mucho más una charla sin prisas frente a un
café que un rato de teclado, pero vale como tema muy acertado
en nuestra charlas al Sol entre “agüeletes” en el parque de
la red. De partida y aunque la autoestima tiene “muchos
visages”, no estoy de acuerdo contigo en que necesita (salvo
en la infancia) la aceptación de los demás, aunque no viene
mal... más bien lo contrario, bajo mi criterio: la autoestima es
esa fuerza que tú sabes que está dentro de ti, te lo reconozcan
socialmente o no. Es de agradecer que la sociedad lo haga, que
reconozca tus méritos personales, pero no confíes mucho, porque
a veces no lo hace y hay muchas razones de por qué no lo hace.
Siempre les recuerdo a mis hijas que el mejor halago que podemos
recibir de los demás es aquél que no se atreven a hacernos, si eres
capaz de comprender el juego y la maniobra, claro. Obviamente,
para llegar a una autoestima saludable (ni excesiva ni pobre)
hace falta trabajarse el auto conocimiento, haber ejercitado la
auto observación, conocer nuestras capacidades pero también
nuestros límites... En definitiva: es imprescindible conocerse
uno mismo y esto sale del diálogo interno y de la perspectiva
de nuestro entorno interpersonal a lo largo del tiempo. En estos
campos no caben trampas. La madurez y, como bien dices, la
inteligencia emocional, juegan un papel imprescindible para
formar ese ser humano completo, con esa autoestima que detallas.
La cosa se construye ladrillo a ladrillo a lo largo de la vida.
En el niño, es fundamental que su entorno cercano reconozca sus
méritos. Una educación basada en la represión y en el “no vales
para nada” fabricará automáticamente futuros adultos enfermos (“epsilones beta”), en cambio, el afecto, el amor, los juegos (con
roce de piel), caricias, atención, generan autoconfianza, el niño
se siente seguro y crece seguro y difícilmente crezca débil de
carácter. En los campos de concentración nazis, eran los que
sobrevivían. La autoestima es la gran herramienta para luchar
contra la adversidad, lo que nos convierte en supervivientes.
Nosotros y los otros
“L’enfer c’est les autres” J.P. Sartre
Aladino. Estamos aquí, amigo, hemos llegado hasta aquí
a pesar de los desafíos, de nuestras batallas, nuestros logros
y nuestras derrotas. El resultado final es bueno, sea cual haya
sido cada camino. Si no estamos aun chocheando, entonces
nada ni nadie nos puede discutir nuestro bagaje, ya es tarde
para soplagaitas y cantamañanas. Hemos vuelto con vida de
cien batallas, nuestra habilidad no puede ser puesta en duda
por ningún imbécil. La cisterna es muy útil en estas ocasiones y
nuestro criterio acabará por ser comprendido sin que insistamos.
Cada día necesitamos menos personas cerca, las justas: tu mujer,
tus hijas, tus nietos, como bien dices. Ya no necesitamos más
gente para ir a comer juntos o no sentirnos solos, otras personas
siguen necesitando ruido a su alrededor, pero nosotros hemos
aprendido a pensar, a estar solos (y bien). El amor está bien
definido a estas alturas y las cortesías innecesarias pueden ser
sustituidas por “las normas del Baranda” que deben ser flexibles
y acogedoras, cierto, pero rígidas cuando haga falta. Más
adelante se pueden ir perfilando las soluciones de acercamiento
que hagan falta y restablecer el orden deseable. No hablo con
personas sin argumentos a no ser del tiempo, no pierdo el tiempo
con quien no puedo intercambiar algo de valor. Tan pronto como
me sorprendo en un diálogo que en vez de intercambiar algo
se está echando un pulso, desaparezco para siempre. Tener una
familia obliga a la flexibilidad, pero esto es una cosa relativa,
y siempre va en función de una lógica razonable. tiempo me
ha convertido en una persona altiva que rechaza la arrogancia
con arrogancia casi brutal y el desconocimiento con bastante
tolerancia. No me va mal. Tenemos derecho a vivir en paz, hemos
sobrevivido a mucha mierda, amigo alquimista. Es tiempo de
escoger libremente lo que nos hace feliz sin más.
La Autenticidad
“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que
es y se reconoce libre de ser lo que es.” Jean Paul Sartre.
Aladino. Es muy fácil ser sabio, es facilísimo ser líder, es
simple ser tolerante, comprensivo, buena gente. Es absolutamente
sencillo ser buen orador, tener don de gentes, rigurosamente fácil
ser brillante. Es muy simple ser el número uno de lo que quieras
imaginar... sólo tienes que serlo verdaderamente y todo rueda
solo, es muy fácil. Pero el hipócrita no puede aspirar a ser
sincero, el pobre no puede pretender administrar bien su fortuna
y el que no tiene principios, ni se lo ha currado, puede dar
una charla sobre ética... y pretender ser brillante en ella. En
realidad, amigo, la vida se resume a ser auténtico... y no hay
gente de ésa, créeme. Reina el cartón y el decorado, las formas
sobre el fondo. Miseria de colores. Si te comprometes a decir
la verdad, tendremos que asumir que tanto hipócrita suelto y
sin bozal tratará de morderte la espalda en cuanto te vuelvas...
no te dirán lo que vales, no admitirán su admiración hacia ti
gratuitamente... tienen miedo de que lo sepas y son tan imbéciles
que no saben que su silencio chilla, su incapacidad para
reconocértelo. Conformémonos con estremecernos ante la voz
del poeta que grita lo que todos callamos. La vida es mucho más
simple de lo que aparenta... sólo hay que dejarla fluir.
Reflexión
Aladino. La gente me aburre de forma contundente, no hay
tristeza interior en lo que digo, es sólo un rechazo visceral del
que puedo evitar la expresión pero no el sentimiento. No me hace
sentir desadaptado, simplemente me niego a ese rol y camino
solo. Me hace bien caminar solo porque tengo la certeza única de
no perder nada, la seguridad de que si intento aproximarme, en
el mejor de los casos, me podría contaminar tanta estupidez y ése
sería sólo el mejor de los resultado, si lo intentara. No. Prefiero
una soledad total en la que soy libre, profundamente libre de
reír o llorar, sin tener que preocuparme de lo que pudiera ser
más adecuado para el momento y que pudiera o no coincidir
con mis más profundos deseos humanos o los de otros. En mi
soledad, el campo es verde si debe ser verde o decido imaginarlo
así y el Otoño puede teñirse de colores pastel, de hojas secas, si
es que debe ser así o yo decido pensarlo, la tierra puede ser la
arena de una playa o el musgo y la tierra, fértil y húmeda, de un
bosque viejo. No me afecta la estupidez de las modas, prefiero
el vaivén de las mareas. No tengo la más mínima necesidad de
adaptar mi paso a nada sometido a “comme il faut”, sólo necesito
mi ritmo. No permito las censuras aunque admito el rechazo
como parte de la libertad del otro o de la marea humana a la
que pertenece. Tampoco necesito decorar mi piel con tatuajes ni
teñir mi barba que se ha hecho blanca por el camino. Soy viejo
y soy el artífice del hombre que he construido. Ése que hoy te
escribe. Mi soledad es ese lugar en el que la ausencia, el vacío, de
criterio ajeno no me afecta, tampoco necesito aceptar lo que
considero desatino a cambio de nada, tampoco exijo aceptación.
No necesito aceptar ni que me acepten, me niego al trueque que
me proponen. Debo ser en cierto modo un delincuente social.
Digo de mí mismo que soy “aspirante a ameba” y el que me
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escucha se ríe comprensivo sin saber exactamente lo que quiero
decir y, yo me río interiormente, porque nadie puede averiguar
que lo digo desde una atalaya, mi atalaya. Entiendo que no
puedan comprenderlo con tan pocas dimensiones, no es que yo
sea más grande es que el otro ha decidido ser más pequeño y
yo soy como el agua, un poco camaleón si fuera necesario ser
cortés o amable pero sólo lo imprescindible, sin debilidades.
Me puedo congelar si hay que ser duro o hacerme vapor si
necesito escapar, al final volveré a ser agua cuando lo desee
y sólo discurriré por mi cauce, mi destino es el mar. Hago
meandros cuando se interponen los demás con sus criterios
insustanciales. Podría ser arrogante pero no lo soy, me quedo en
“altivo”, otra elección como la tuya. Elijo cómo ser sin tener en
cuenta ningunas otras premisas impuestas. Sé que me entiendes.
Hace unos años aparece el “metrosexual”, un arquetipo
sometido a unas normas sociales que ellos suponen escogidas
de su propia libertad de juicio ¿De dónde sale eso? Sale de una
ciudad como Londres, de una pobreza interna absoluta, de una
autoestima tullida, de una falta patológica de criterio en un
mar de colores indefinidos y olores inciertos. Una confusión de
teorías para acercarse miméticamente a la mujer. Supongo. A
alguien se le ocurre escribir un libro como “Ensayo sobre
la ceguera” y a otro loco se le ocurre llevarlo a la pantalla... luego
aparecen una serie de locos-cuerdos que estiman que no es una
película taquillera. ¿Cómo va a serlo? Pepito Grillo no puede
ser el personaje central de ninguna obra sin un estúpido a
mano, pero esa legión de estúpidos sí puede ser el personaje
central de cualquier argumento, por ejemplo, de esta historia
que llamamos la vida. Oiga, me bajo aquí.
Complicidad
“Un minuto de felicidad vale más que un año de gloria.” Voltaire.
El Alquimista. Tengo un nieto que tiene ahora seis años y
medio. Desde que tenía dos años, yo aprecié en él, un toque de
balón con la izquierda, desconocido para un niño de su edad. Este
año ha empezado a jugar en un equipo federado, está aprendiendo
a situarse en el campo, tiene que aprenderlo casi todo. Yo le
sigo todas las semanas. Cuando le llevo al colegio hablamos de
fútbol, él me mira y sonríe, somos cómplices, nos entendemos.
La gente dice que es mi clon, yo creo que es muy distinto de mí
pero que en algo nos parecemos. Soy feliz cuando camino con él
por las mañanas, o cuando está en el campo y me saluda. Es una
felicidad añadida para alguien que tiene otros motivos menores o
quizás mayores para serlo. Si un día llega, estoy convencido de
que mirará al pasado y a esos instantes de felicidad compartida y
recordará a su abuelo, y si deja el fútbol, porque se aburre o no le
apetece, siempre quedará entre nosotros, la mirada cómplice y la
sonrisa del acuerdo perfecto. Algo muy difícil de alcanzar.
Los Fardos
“Lo que no decimos casi siempre nos hace mejores. Lo que
callamos nos ennoblece. Es en ocasiones tan duro morderse los
labios y no llamar al necio y al estúpido por su nombre.” León
Cohen.
“No es poca ciencia aprender a soportar las tonterías de los
ignorantes”. Demófilo
El Alquimista: Hay personas que se mueven como gatos al filo
del abismo, se manejan bien en el conflicto directo, y con enorme
facilidad crean situaciones de tensión máxima. Son en realidad
unos desaprensivos que no saben de respeto a los demás y que
confunden confianza con familiaridad y relajación. Además, son
desagradecidos porque la envidia los corroe. En toda mi vida
que ya es larga, no creo haber pasado por más de una docena de
situaciones de tensión extrema a las que casi siempre me han
llevado, llenándome el vaso de la paciencia durante muchos años.
De ese arquetipo, al que con acierto has denominado “fardo”, he
tenido que soportar a varias subespecies, unas más raras y otras
más comunes. Y me han dado un por saco que por mi naturaleza,
he aguantado buscando siempre excusas para no mandarlos a la
quinta farola. Al final, he conseguido descargarme de todo los
fardos, simplemente cortando por lo sano o por lo podrido, pero
nunca me he dado la satisfacción de decirles lo que pensaba o
sentía. Pero callando y cortando, también se puede quitar uno
el fardo de encima. Ahora por fin, caminamos más ligeros de
equipaje. Eso es lo mejor y lo definitivo. Un buen día, se hace el
silencio y no los vuelvo a ver, que se pregunten por qué el resto
de sus vidas, porque yo nunca les voy a dar explicaciones.
El mundo al revés
El Alquimista. Llevo más de 20 años en la Universidad. Esta
experiencia me permite hacer balance de todos estos años y me
autoriza a hacer algunas reflexiones. Por ejemplo, que nuestra
sociedad, sobre todo la más reciente, no premia el esfuerzo y el
trabajo duro y bien hecho y se regodea y complace en la facilidad
y la mediocridad. Una gran mayoría de mis alumnos no saben
expresarse con corrección y son incapaces de verbalizar un
pensamiento mínimamente coherente y elaborado. Han demostrado
tener grandes dificultades para aprehender los conceptos en su
auténtica dimensión. Los políticos de turno no ayudan nada a paliar
estas evidentes carencias en la capacidad de pensar y prefieren
ganar adeptos, poniendo puentes de oro y dando oportunidades, de
manera que auténticos “negados” acaban estudios que en buena lid
nunca deberían haber superado. Se desprecia la formación integral
y no se fomenta la curiosidad por lo desconocido, ni el interés
por lo difícil y lo complejo, sin embargo se premia la facilidad, el
mínimo esfuerzo, el cachondeo, la fiesta... Todo esto ha redundado
ya, en una sociedad de un nivel intelectual mínimo, donde el
criterio propio y los fundamentos escasean, donde brilla lo soez
y donde la vulgaridad reina, siendo no ajenos a este resultado,
el culto al cuerpo y la inclinación en ocasiones enfermiza por lo
lúdico y el consumismo exacerbado. Es raro toparse con alguien
con quien poder intercambiar argumentos que no se salgan de
los clichés que nos sirven los medios. Por ende, el pensamiento
único o global se ha apoderado de Occidente y parece como si
no existiera nada, más allá del diferencial o de la reducción del
déficit. Los gobernantes actuales no parecen precisamente ser
unos adalides del fomento de la cultura o de la renovación del
pensamiento, basta con hacer un recorrido. A uno al menos, le
queda la capacidad crítica y la firme creencia en valores como la
cultura, la reflexión y el conocimiento como fundamentos sobre
los que debe descansar la civilización.
La realidad y sus interpretaciones
El Alquimista: La realidad y sus interpretaciones, tema curioso
y sobre el que merece la pena detenerse. La realidad es UNA y las
interpretaciones de ésta, infinitas. No obstante, existe un acuerdo
común sobre una misma realidad que está relacionado con el
equilibrio y el sentido común de las personas que la interpretan.
Lo sorprendente es, cuando nos topamos con personas que hacen
una interpretación sui-generis y contraria al buen sentido y nos
muestran su realidad que en nada se corresponde con la nuestra.
Esa interpretación sesgada les conduce a conclusiones erróneas y
erráticas y en ocasiones generadoras de conflictos absurdos. Son
gente peligrosa con la que es muy delicado hablar y que te meten
en un lío por menos de nada. En todos los ámbitos nos topamos
con gente como la descrita, afortunadamente no son muchos,
pero cuidado con ellos, sobre todo si son personas cercanas.
Son además difíciles de reconducir. Un ejemplo muy gráfico de
cuanto insinúo, es el hijo adulto que le dice a su padre que de
pequeño le daba palizas, cuando la realidad fue que jamás le puso
una mano encima. La pregunta que surge es: ¿Cómo puede tener
el hijo un recuerdo de algo que nunca existió? A eso me refiero.
Los extraños senderos de la solidaridad humana
El Alquimista. Podría remontarme muy lejos en la memoria,
pero bastará con relatar algunos momentos y hechos que dejaron
mí una huella perenne.
Es por ejemplo, aquella desgarradora escena televisada del
niño palestino que se abraza y trata de protegerse aterrado entre
los brazos de su padre y que a pesar de todo, es alcanzado por
los disparos de un soldado israelí. La desesperación de aquel
hombre me acompaño durante meses y todavía siento como una
puñalada la desgracia de aquel pobre padre cuyo llanto clamaba
al cielo. Sólo puedo aceptar como justicia y como venganza, que
la sangre de aquel inocente, haya caído todas las noches sobre
el cuerpo de aquel bastardo que disparó y sobre el oficial que le
dio la orden.
Meses o años después de aquella tragedia, oí relatar en la
radio o en algún otro medio informativo, que un guerrillero
palestino, había entrado en un kibbutz y había asesinado a dos
hermanos muy pequeños que en ese momento dormían y estaban
solos. Pensé en la madre de aquellos niños y en su tormento, en la
falta de piedad del terrorista, y me sentí una vez más conmovido
por la crueldad y la violencia despiadada del ser humano. Sólo
puedo aceptar como justicia y como venganza, que la sangre de
aquellos inocentes, haya caído todas las noches sobre el cuerpo
de aquel bastardo que disparó sobre eso dos inocentes.
Hace un par de meses, conocí la tragedia de los mineros
chilenos enterrados vivos en la mina chilena, a casi un kilómetro
de profundidad y les acompañé en mis insomnios y me sentí uno
de ellos, compartiendo su angustia. Espero estar junto a ellos en
su alegría, si esta historia como parece, acaba bien. Nada de lo humano nos es ajeno, dijo Nietsche, y menos hoy
en día, en que el planeta se ha convertido en un pueblo de seis mil
millones de habitantes, gracias a la TV, la radio o Internet. La
solidaridad es ahora más cercana y más necesaria que nunca.
La hermosura de la duda: Reflexión a media luz
“Hablan mucho de la belleza de la certidumbre como si
ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la
duda es apasionante”.
Oscar Wilde.
“La duda es uno de los nombres de la inteligencia”. Jorge
Luis Borges .
El Alquimista. Hoy después de toda una vida, creo que no hay
nada tan cierto y bello como la duda. Abomino de las certezas
y de sus estandartes. Las certezas son para los dictadores y los
necios. Ya a principios del siglo XX, Einstein, cuando sentenció
que una masa desplazándose a velocidades próximas a la de
la luz, se transformaba en una energía equivalente al producto
de ella misma por el cuadrado de su velocidad y Heisemberg,
con su principio de incertidumbre, ambos se instalaron y nos
situaron en el relativismo y la incertidumbre. Mi abuela, cuando
alguien le preguntaba si era seguro esto o aquello y respondía
inequívocamente: Seguro es el Dio (no el Dios), también se
estaba afirmando en la duda. Los valores eternos, las verdades
irrefutables, simplemente son entelequias mentales, necesidades
del individuo para contrarrestar su angustia existencial. Yo,
agnóstico escéptico (valga la redundancia) desde los veinte años,
no niego la posible existencia de nada, pero tampoco la necesito,
mi moral natural y cultural me permiten vivir en paz sin apoyos
en los que sincera e intuitivamente no puedo creer, ni tampoco
engañarme con un acto de fe del que soy ajeno. Tampoco creo en
la economía de mercado que no deja de ser la ley de la jungla
y siento no disponer de una propuesta alternativa válida. En
determinada época, me sentí atraído por el comunismo social
y político, esa utopía materialista, pero la URSS y Cuba me
devolvieron al camino de la decepción y de nuevo a la duda. Hay
que desterrar los absolutos y convivir con las dudas, tratar de aprender a comprender al otro y dejar de juzgarle y sobre todo
ser generoso. La generosidad y la tolerancia resultan al final una
muy buena inversión en salud emocional y mental. En definitiva,
ninguno de nosotros eligió nacer, pero una vez aquí, todos
tenemos derecho a disfrutar de los bienes de nuestro planeta y a
una vida digna. A partir de ahí casi todo sería negociable.
De mi libro APUNTES . CÍRCULO ROJO 2015