Buenas
noches papá
¡Joder
cómo pasa el tiempo! Diecisiete años, desde
que te fuiste, así de pronto, sin
despedirte, como queriendo evitarnos el mal trago de las despedidas. Ya solo me
llevas doce años. Es normal, tú te marchaste y yo sigo avanzando o retrocediendo
(?) hacia ti. Pero esta carta que se me ha ocurrido escribirte pasados tantos
años, tiene que ver con muchos asuntos,
entre ellos el fútbol, por qué no decirlo. Qué extraño que se me ocurra a estas
alturas hablar contigo de fútbol, cosa que casi nunca hice cuando vivías. La
vida tiene estas cosas. Recuerdo cuando nos llevabas a mi hermano y a mí a ver
los partidos en Santa Bárbara, primero a ver al Larache C.F. de Bozambo y más tarde al Chabab
de Facundo, Bouchaib, los hermanos Roda, Said y Riahi entre otros. Tú eras
hincha del Atletic de Bilbao. Años más tarde,
a mediados de los 60, yo también me hice futbolista en equipos juveniles,
pero tú nunca fuiste a verme jugar, ni siquiera en Tánger cuando mejor lo hice.
Te lo perdiste, porque valía la pena. No tuvimos esa suerte, tú de verme y yo
de que me vieras. Siempre mantuve la esperanza de que un día aparecieras. En
más de una ocasión he tenido la tentación de robarle treinta o cuarenta años al
tiempo que tiene tantos. En fin, hablar por hablar y desear por desear. Pero lo que tú nunca
hiciste y que yo siempre deseé, ha tenido lugar en otro tiempo y con otros
protagonistas. Yo soy ahora el abuelo espectador que hace las veces del padre
que tú no fuiste conmigo y mi nieto es el extraordinario jugador que yo un día
fui. Se ha producido una traslación temporal y se han colmado mis deseos. Somos
cómplices, yo soy su espectador más importante y él es mi jugador favorito. Él
ejecuta mi partitura en el campo y yo disfruto de esa ejecución. Pues ambos tenemos
la misma idea de la sinfonía futbolística. Es, puedo afirmarlo un magnífico e
insólito solista, que tiene la rara virtud de acariciar el balón y de
conducirlo con un hilo invisible, de manera que al salir de su pierna izquierda
un disparo cruzado a puerta, incluso después de haber entrado en la red, parece
como si el balón siguiera atado a él por fuerzas invisibles. Mira papá, Álvaro
todavía no ha cumplido diez años, pero siempre, en cualquier partido, tiene
detalles y movimientos que solo están
reservados a muy pocos jugadores. Por sus recortes, por su forma de tejer y
destejer esa especie de tela de araña dando puntadas pequeñas, haciendo moverse
el balón en todos los sentidos en un palmo de terreno, sin que los contrarios
puedan arrebatárselo, por sus pases (asistencias en lenguaje actual), por sus
disparos a puerta, por su forma de intuir y de sentir el fútbol, se trata de un
verdadero artista. Necesitaba contarte esta vivencia. Pero hay más cosas.
Diecisiete años dan para mucho.
Hablaré de lo más reciente: En estos tres
últimos años, España ha sufrido una crisis financiera sin precedentes, que ha
llevado al país a la ruina social, principalmente porque la gestión que ha
hecho la Unión Europea, comandada por los de siempre, ha sido desastrosa. Hay millones de familias
en situación crítica, y únicamente la
cohesión y los lazos familiares tan fuertes en el Sur, han conseguido que
sigamos en pie. Los números y las cuentas de la macroeconomía son un cuento que
ya nadie se cree. Todos los españoles nos hemos empobrecido y hemos perdido el
optimismo quizás para siempre. Nos
sentimos deprimidos. Casi todas las conquistas sociales han sido cercenadas. Ya
no podemos creer en nada. Todo es volátil.
La crisis continúa hoy once de febrero de 2014 y nadie sabe dónde está la luz al final de este túnel que parece
interminable.
Pero
vayamos a cosas más íntimas y cercanas. No quiero causarte ni pena ni desazón,
pero en estos años son muchos los que nos han abandonado, algunos de manera muy
injusta, y su marcha nos ha causado un daño irreparable. Hemos aprendido que la
vida puede ser muy cruel. Ya lo sé,
todos estamos aquí temporalmente, pero hay muertes imprevistas, inadmisibles,
casi insoportables. ¡Qué te voy a contar que tú no sepas! Tú que tuviste la
mala suerte de vivir la guerra en la cárcel de Larache, fue poco tiempo, pero
el horror enorme. Imagino que nunca olvidaste aquella terrible vivencia.
¿Recuerdas
cuando tenía veinte años y me decías en alguna que otra ocasión, que no haría,
ni sería nada en la vida? No solo llegué a la máxima categoría en la empresa,
también en la universidad. Profesionalmente he completado una trayectoria de la
cual me siento más que satisfecho y de la que tú te sentirías orgulloso, me
consta. Ves papá, nunca hay que retar a un joven de veinte años. Por eso quiero
creer que lo decías para sacudir mi amor
propio y fustigar mi autoestima.
Tú
me enseñaste por acción y por omisión, a respetar a los padres y a
ser generoso con los demás. Hacías el bien, ayudabas a quien lo necesitaba y nunca lo mencionabas, ni presumías de ello.
Era tu manera de ser, que aunque no lo pretendieras impregnaba a los demás. Los
gestos y los silencios tienen más poder que las palabras. Después de tanto
tiempo, sigue emocionándome tu recuerdo, tu risa, tu optimismo, tu indudable
carisma. Buenas noches papá.
Febrero
2014
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