Blog de León Cohen Mesonero

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domingo, 2 de mayo de 2021

BUENAS NOCHES PAPÁ

 

Buenas noches papá

¡Joder cómo pasa el tiempo! Diecisiete años, desde  que te fuiste, así de pronto,  sin despedirte, como queriendo evitarnos el mal trago de las despedidas. Ya solo me llevas doce años. Es normal, tú te marchaste y yo sigo avanzando o retrocediendo (?) hacia ti. Pero esta carta que se me ha ocurrido escribirte pasados tantos años, tiene  que ver con muchos asuntos, entre ellos el fútbol, por qué no decirlo. Qué extraño que se me ocurra a estas alturas hablar contigo de fútbol, cosa que casi nunca hice cuando vivías. La vida tiene estas cosas. Recuerdo cuando nos llevabas a mi hermano y a mí a ver los partidos en Santa Bárbara, primero a ver al  Larache C.F. de Bozambo y más tarde al Chabab de Facundo, Bouchaib, los hermanos Roda, Said y Riahi entre otros. Tú eras hincha del Atletic de Bilbao. Años más tarde,  a mediados de los 60, yo también me hice futbolista en equipos juveniles, pero tú nunca fuiste a verme jugar, ni siquiera en Tánger cuando mejor lo hice. Te lo perdiste, porque valía la pena. No tuvimos esa suerte, tú de verme y yo de que me vieras. Siempre mantuve la esperanza de que un día aparecieras. En más de una ocasión he tenido la tentación de robarle treinta o cuarenta años al tiempo que tiene tantos. En fin, hablar por hablar  y desear por desear. Pero lo que tú nunca hiciste y que yo siempre deseé, ha tenido lugar en otro tiempo y con otros protagonistas. Yo soy ahora el abuelo espectador que hace las veces del padre que tú no fuiste conmigo y mi nieto es el extraordinario jugador que yo un día fui. Se ha producido una traslación temporal y se han colmado mis deseos. Somos cómplices, yo soy su espectador más importante y él es mi jugador favorito. Él ejecuta mi partitura en el campo y yo disfruto de esa ejecución. Pues ambos tenemos la misma idea de la sinfonía futbolística. Es, puedo afirmarlo un magnífico e insólito solista, que tiene la rara virtud de acariciar el balón y de conducirlo con un hilo invisible, de manera que al salir de su pierna izquierda un disparo cruzado a puerta, incluso después de haber entrado en la red, parece como si el balón siguiera atado a él por fuerzas invisibles. Mira papá, Álvaro todavía no ha cumplido diez años, pero siempre, en cualquier partido, tiene detalles y movimientos que  solo están reservados a muy pocos jugadores. Por sus recortes, por su forma de tejer y destejer esa especie de tela de araña dando puntadas pequeñas, haciendo moverse el balón en todos los sentidos en un palmo de terreno, sin que los contrarios puedan arrebatárselo, por sus pases (asistencias en lenguaje actual), por sus disparos a puerta, por su forma de intuir y de sentir el fútbol, se trata de un verdadero artista. Necesitaba contarte esta vivencia. Pero hay más cosas. Diecisiete años dan para mucho.

   Hablaré de lo más reciente: En estos tres últimos años, España ha sufrido una crisis financiera sin precedentes, que ha llevado al país a la ruina social, principalmente porque la gestión que ha hecho la Unión Europea, comandada por los de siempre,  ha sido desastrosa. Hay millones de familias en situación crítica, y únicamente  la cohesión y los lazos familiares tan fuertes en el Sur, han conseguido que sigamos en pie. Los números y las cuentas de la macroeconomía son un cuento que ya nadie se cree. Todos los españoles nos hemos empobrecido y hemos perdido el optimismo quizás para siempre.  Nos sentimos deprimidos. Casi todas las conquistas sociales han sido cercenadas. Ya no podemos creer en nada. Todo es volátil.  La crisis continúa hoy once de febrero de 2014 y nadie sabe dónde  está la luz al final de este túnel que parece interminable.

Pero vayamos a cosas más íntimas y cercanas. No quiero causarte ni pena ni desazón, pero en estos años son muchos los que nos han abandonado, algunos de manera muy injusta, y su marcha nos ha causado un daño irreparable. Hemos aprendido que la vida puede ser muy cruel.  Ya lo sé, todos estamos aquí temporalmente, pero hay muertes imprevistas, inadmisibles, casi insoportables. ¡Qué te voy a contar que tú no sepas! Tú que tuviste la mala suerte de vivir la guerra en la cárcel de Larache, fue poco tiempo, pero el horror enorme. Imagino que nunca olvidaste aquella terrible vivencia.

¿Recuerdas cuando tenía veinte años y me decías en alguna que otra ocasión, que no haría, ni sería nada en la vida? No solo llegué a la máxima categoría en la empresa, también en la universidad. Profesionalmente he completado una trayectoria de la cual me siento más que satisfecho y de la que tú te sentirías orgulloso, me consta. Ves papá, nunca hay que retar a un joven de veinte años. Por eso quiero creer que lo decías para sacudir  mi amor propio y fustigar mi autoestima.

Tú me enseñaste por acción y por omisión, a respetar a los  padres y a  ser generoso con los demás. Hacías el bien, ayudabas a quien lo necesitaba  y nunca lo mencionabas, ni presumías de ello. Era tu manera de ser, que aunque no lo pretendieras impregnaba a los demás. Los gestos y los silencios tienen más poder que las palabras. Después de tanto tiempo, sigue emocionándome tu recuerdo, tu risa, tu optimismo, tu indudable carisma.  Buenas noches papá.

                                                                                              Febrero 2014    

CARTA A MI PADRE

 Carta a  mi padre


No nos vemos desde el día 4 de julio del año 1997. Mucho tiempo, aunque todavía no demasiado. Sin embargo, hay días como hoy, en que no tengo mucho que hacer y me gustaría acercarme a tu tienda de coches usados a echar un rato contigo, como hacía hace unos años. Para nada en concreto. Para sentarme a tu lado en la tienda mientras tú, te fumarías un cigarrillo y para estar callados y de vez en cuando hacer un comentario corto, una picotada sobre cualquier tema, sin venir demasiado a cuento, supongo que por no  dejar al silencio vacío. De vez en cuando conviene llenar el silencio con palabras.  Por ejemplo comentaríamos algo sobre la insoportable e inadmisible guerra de Irak o sobre el abandono de las colonias por los israelíes. O para contarte que voy a tratar dentro de unos días de sacar la Cátedra de Universidad. Sé lo que me dirías: Pero tú, como es que no eres catedrático con lo que has estudiado. A ti de qué te van a examinar “esos”. Yo sonreiría y diría que así son las cosas. Dirías, bueno, vamos a tomar un café con Juanito y nos levantaríamos y tú te tomarías el café y charlarías con Juanito mientras yo os observaría y metería alguna cuña en vuestra conversación hecha de retazos.

Tú, como siempre, seguirías hablando de tu chiquillo y le dirías a Juan que iba a ser Catedrático en unos días, si éste está más preparado que ninguno de esos. Y tu chiquillo que está a punto de cumplir 59 años se comportaría como un  chiquillo, callando y mirando para otro lado. Recuerdas, en el Bar Perico de Larache, allá por los años cincuenta y tantos, cuando yo era un chiquillo de verdad,  les decías aproximadamente lo mismo a tus amigos: dile que multiplique o que sume verás, verás, y yo entonces me ponía colorado, colorado,  y me bloqueaba, aunque tenías suerte, porque nunca me equivocaba  en el cálculo mental y tus amigos decían: joder con el niño, vaya tío, Jacob.

Hoy seguramente iría a verte acompañado de mi nieto Alejandro, tú harías lo de siempre, darle un beso y algún dinero para que se comprara algo. Si conocieras a mi nieto, es un chaval guapísimo y con carisma. No sé si te gustaría, con lo maniático que has sido siempre, pero seguro que tú a él sí.  

Mamá murió en el 99, ni siquiera te sobrevivió dos años. Lo pasó muy mal con lo tuyo, y perdió las ganas de todo. Ella se fue contigo aunque mantuvo su maltrecho cuerpo aquí.

Por aquí las cosas no han cambiado demasiado, la gente se sigue matando en guerras absurdas, la envidia sigue reinando en cualquier esquina del planeta  y  todos tenemos ocho años más.

Algunos días te reinvento y sueño que paseamos juntos por las calles de todas las edades en las que hemos convivido. Sueño que entiendes todo lo que te cuento y lo que me callo. Sueño que por fin eres capaz de hablar conmigo de igual a igual, sin reservas, sin consejos de persona mayor, sueño que te hablo como a un amigo (cosa que nunca he hecho, ya sabes, las barreras absurdas que separan a los padres de los hijos) y observo  que así estamos más cómodos, que nos entendemos mejor.  Sueño que por fin admites que somos distintos, a ti te gusta sonreír y gustar al prójimo,  yo en cambio, prefiero el silencio y la discreción, soy más cuidadoso con los otros, tú eres más generoso. Tú tienes más carisma y mayor capacidad de seducción, yo soy más oscuro, más selectivo, quizá más prudente. Somos distintos aunque  complementarios, pero lo más importante es que nos respetamos, que siempre fue así, no sé cual de nosotros dos hizo más porque así fuera, pero fue bueno y eso siempre me ha dado tranquilidad de conciencia desde que te fuiste, por eso te lo digo ahora, ahora que ya no estás.  Esta carta que te escribo desde ninguna parte, esta carta va más allá del espacio y del tiempo, mas allá incluso de la vida y de la muerte, esta carta hace parte también de un sueño: el sueño de la reconciliación o mejor dicho, del encuentro del padre con su hijo (fíjate que no digo reencuentro, porque los padres y los hijos rara vez se tropiezan).  Esta carta es un sueño que va más lejos, es el sueño utópico del encuentro del hombre con el hombre, donde el cariño y la ternura dejan de estar aparcados, arrinconados u ocultos para tiempos mejores o esperando la hora de las despedidas, cuando ya nada valen.  En eso las mujeres son más libres, también en eso.

Esta carta, es también una forma de hablarte en voz alta y de demostrar  que nadie muere totalmente mientras alguien le recuerde, además de todo eso, esta carta es una excusa, un pretexto, para decir lo que siento, es una pequeña demostración de mi cariño por ti.

                                                  2005                                                                                                                        

martes, 16 de febrero de 2021

CARTA A AGAPITO

 

Carta a Agapito

 

Si supieras Agapito, porque tú te llamabas Agapito Saja. “Saja” o “Saha” es una palabra árabe que se utiliza para brindar y hacer buenos deseos, algo parecido a “Salud” en castellano. Mira Agapito, sin saber por qué, a uno de repente le asalta una extraña  mezcla de sensaciones que sin saber cómo, se convierte en una carta como ésta. Nace de algún rincón del pasado aunque  no parece tener  demasiada razón de ser.  Como de pequeño uno iba saltando de un amigo a otro por la fuerza de las circunstancias cambiantes, como el cambio de colegio o de ciudad, uno se cree que las personas que poblaron nuestra infancia quedaron archivadas  en un cajón de la memoria para no volver jamás. Pero la vida nos demuestra lo contrario, porque esas personas que de algún modo configuraron el paisaje íntimo de nuestra vida, más tarde o más temprano escapan del cajón y vuelven en forma de recuerdos más o menos deformados por el tiempo. Y así,  porque las cosas ocurren porque sí,  me he puesto manos a la obra  y aquí me tienes.

Recuerdo muy bien que me comparabas con Robert Mitchun y no puedo entender por mucho que lo intento, que un niño de trece o catorce años como era yo entonces, tan guapo como decían las jóvenes y las no tan jóvenes, te  recordara a aquel actor tan americano, tan inexpresivo  y con esa  cara de palo. El que sí que se parecía al tal era tu padre, tu padre con su humanidad sobre la  Vespa, recorriendo Larache, de casa en casa para poner inyecciones. Tu padre tan seco y antipático, tu padre  al  que tanto parecías temer y cómo me transmitías tu miedo. A lo mejor es que el hombre llegaba a casa cansado  de   dar ánimos a los enfermos y no tenía ganas de hablar, a lo mejor con los amigos era un tipo encantador, entonces que me perdone, esté donde esté. Además, Agapito tú eras muy travieso y el hombre estaría harto de ti. Pero a lo que iba amigo, si supieras la de vueltas que da el mundo y nosotros con él. Resulta que ahora hay una cosa que se llama Internet, que ni tú ni yo en aquella época, hubiéramos imaginado por mucha imaginación que tuviéramos. El caso es que por ese medio tan inimaginable,  puedes escribir, hablar y ver  a la gente  al instante y desde cualquier lugar. Fíjate qué cosas Agapito. Tú que vivías tan cerca del Coliseo María Cristina (como María Cristina Agrela, nuestra compañera e hija del dueño de aquel cine) en un descampado, en plena morería, donde los días se hacían más cortos y las noches parecían más oscuras debido a un alumbrado casi inexistente .  Como te decía, hoy día gracias a  este invento, mucha gente se ha encontrado  y reencontrado como por arte de magia.  Y así es que un día sin comerlo ni beberlo contacté, estoy convencido de que no te lo vas a creer Agapito, con Carmen, que sí amigo, que sí. Ya intuyo tu inigualable sonrisa socarrona y contagiosa, apoyada sobre un colmillo que parecía morder tu labio inferior. Sí, Carmen,  la niña aquella que a ti te parecía un “guayabon” y que a mí me parecía una mujerona,  cuando la chiquilla no tenía más de once o doce años.  Tú estabas loco por ella,  a mí me gustaba Charito. Recuerdo como sacada de una película de JA Bardem, una escena en la que Carmen bajaba por el Callejón del Cine Ideal hacía la Calle Chinguiti, el multitudinario paseo de todos los larachenses, flanqueada por dos tíos que a nosotros nos parecían muy feos y muy mayores. Tú me mandaste esconderme al verla venir.  Nos escondíamos para poder seguirla y observarla mejor. Era la única ocasión que tenías para poder disfrutar de ella. ¡Pobre Agapito! 

Pues fíjate como son las cosas, amigo Agapito, que Carmen es ahora casi una amiga mía  y nos carteamos por Internet y aquella niña se ha convertido en una señorona guapetona y de fuerte personalidad y gran sensibilidad.

 Agapito Saja, siempre te tendré enmarcado en mi memoria como aquel adolescente travieso, de risa fácil y socarrona, enamorado de aquella flor irrepetible de doce años, llamada Carmen.  

                                                                        Enero de 2009

 

lunes, 15 de febrero de 2021

CARTA AL HIJO DE MI PROFESOR DE INGLÉS

 

Carta al hijo de mi profesor de Inglés

 

Por lo que indicas, tu padre murió relativamente joven, no habría llegado todavía a los setenta según mis cálculos.

Pero en mi recuerdo y en el de muchos de sus alumnos, vivirá eternamente. De hecho, ya está para siempre. Nunca he podido olvidar lo que me contaba cuando se plantó en Londres con toda la familia sin un duro y con pocas herramientas idiomáticas. Apostó fuerte y creo que ganó.  Al menos para mí, aquel alarde de sinceridad con su alumno y el riesgo que asumió para perfeccionar su Inglés,  fueron  una demostración de valentía y una lección que a mis ojos lo elevaron al pedestal de los valerosos e inconformistas, de aquellos que con su acción justifican su vida.

La sombra de los valientes, aquellos que arriesgaron y convirtieron su vocación en su vida, a base de trabajo y de esfuerzo, repito, la sombra de esos valientes es alargada  e indeleble. Tu padre pertenecía a ese grupo de seres carismáticos e inolvidables. Estas palabras reflejan, creo, la emoción que me ha embargado al recordarlo.

Fue mi primer profesor de Inglés, allá por el año 1955, cuando yo vivía en las Navas y tenía aproximadamente ocho años. Mi compañera de clase particular era una tal Mari.  Mr. Rivera estaba empezando y nos recibía  con un:

“ Hello Mery, Hello Laion.” Había pertenecido al Tercio y el Inglés fue su pasión. De aquella etapa en la Legión, conservaba algún detalle en el vestir, en verano siempre llevaba abierta la camisa dejando el pecho descubierto. Más tarde se lío la manta a la cabeza y se marchó a Londres con la familia, para mejorar su Inglés, las pasó canutas. A su vuelta se instaló cerca del Bar “La Marquesina” y yo seguí asistiendo a sus clases. Era un enamorado de la lengua de Shakespeare y fue con quien senté y asenté los fundamentos de un idioma, que después siempre me sirvieron para manejarme por el mundo.

Mientras te escribo, vuelvo a vivir las escenas de mi infancia en casa de Mr. Rivera y oigo de nuevo su voz profunda y veo su enorme sonrisa y mi admiración de entonces ha renacido.

Al terminar de escribir esta carta  he podido constatar lo que ya sabía: que la emoción en literatura es únicamente privativa de aquellos que  se emocionan cuando escriben y con lo que escriben. Sólo una sensibilidad encendida puede convertir un relato en un trozo de vida.  En esos momentos de emoción tan sincera y viva, todo puede ocurrir.

Valga este recuerdo para Mr. Rivera, el legionario que un día se enamoró para siempre de un bello idioma.   

                                                                                  2009

 

 

domingo, 14 de febrero de 2021

CARTA A UN AMIGO VIRTUAL

 

Carta a un amigo virtual

 

Yo también,  quizás en mayor medida de lo que sería deseable,  soy un misántropo irreconciliable, como el Alceste de Molière. Mis crisis son cortas pero demasiado frecuentes. Hay muchos días y momentos en que no soporto nada ni a nadie. En fin serán cosas de algún enzima o de alguna hormona o como solía decir mi abuela Luna será “el baque” de familia . Siempre lo decía a propósito del mal carácter de una de mis tías : hoy tiene el baque,  no hay quien le hable. Así que me he convencido que es algo inherente a los genes.

Aquí también ha entrado el frío invierno sin que nadie lo invitara. Este frío me estimula la vena poética y me convierte en más productivo. Tengo ahora mismo varios relatos a medio terminar abandonados en el ordenador, esperando a no sé qué... Al recibir su mensaje, volví sobre mis Cabos Sueltos y como ocurre en ocasiones, no me parecieron míos, realmente son  de otros muchos escritores como Montaigne, Ronsard, Racine, Corneille, Molière, La Fontaine, Rousseau, Voltaire, Mussset, Baudelaire, Hugo, Dostoievsky, Balzac,   Gide, Kafka, Machado, Lorca, Salinas, Alberti, Camus, Sartre, Céline, Brecht, Prévert,  Benedetti,  Koestler, Ben Jelloun, por citar algunas de mis lecturas apasionadas. Son aquellos autores que están en la recamara de todo libro. También,  parodiándole,  no sólo somos lectores distintos sino escritores diferentes, según el momento y la ocasión. ¿Cómo reconocernos un día cualquiera en el que podemos ser Hyde y no Jekyll ? Volviendo a los Cabos Sueltos, hoy me gustaría darle algunas pistas que seguramente usted habrá adivinado. En el año 70 yo tenía veintidós años, en el 97 casi cincuenta y sin embargo he pretendido unir con costuras seguramente torpes, al joven con el  hombre maduro. Por otra parte, algunos relatos necesitan situarse, “contextualizarse”, por ejemplo, el ministro dimisionario y utópico es el personaje que me nació en vísperas de la huelga general contra el gobierno del PSOE en el 92 0 93. Por ejemplo, el poema sobre los últimos muertos del franquismo, por ejemplo el desencanto que los distintos gobiernos socialistas, los gobiernos de los perdedores, produjeron en tantos de nosotros, por ejemplo mi amigo José María Iglesias periodista en Madrid, nacido aquí en San Roque, con su alta luz, su alta torre, criado en Tánger y muerto en Villalba de un ataque de asma a los treinta y cinco años ...   No tengo prisa, algún día escribiré lo que quiero decir exactamente,  con las palabras justas , como dijo Boileau . “ Ce qui se conçoit bien, s´énonce clairement et les mots pour le dire viennent aisément” .

                                                                                          2003

 

 

sábado, 13 de febrero de 2021

CARTA A UN AMIGO DE INFANCIA

 

      Carta a un amigo de infancia

 

Buenas noches Pepe: Soy un fantasma de tu memoria que vuelve después de medio siglo. Ignoro si este viaje de vuelta era necesario, ni tampoco sé si puede ser útil. Pero no importa, aquí estoy. Después de tantos años ya ni siquiera somos lo que un día fuimos: aquellos dos niños llenos de ilusión y de ganas de vivir y de jugar... indefinidamente.

Nos vamos construyendo sobre una base amorfa, de manera algo diferente a como se edifica una casa sobre unos cimientos firmes y bien definidos, así devenimos y nos convertimos poco a poco en adultos. Y, ¿qué queda de aquellos niños que un día fuimos ? Muchos recuerdos, mucho sentimiento  y la inevitable nostalgia.

Esta noche de verano me pregunto : ¿ Qué pasaría si un día nos encontráramos, además de recordar y de reírnos? Los caminos vitales bifurcan y cada uno va haciendo su camino al andar como decía el inefable Machado.

Yo soy yo, pero lleno de experiencias que no hemos compartido, por lo tanto soy otros muchos, además del que tú conociste. Por eso Pepe, es muy posible que esta carta o esta reflexión sobre el devenir vital no te llegue nunca. Muy probablemente, el origen de esta misiva resida en la casualidad de haberte vuelto a revivir a través de una conocida. Faenas del azar.

Tú eres un componente de mi memoria vital como yo lo soy de la tuya y eso es importante. Ser parte de la vida de otros es quizás nuestra mayor contribución a la Vida en general.

No te voy a contar nada de mi trayectoria porque de nada valdría y porque ese no es el motivo de este intento de acercamiento a alguien que sólo existe en mi memoria y que no guarda relación alguna con el adulto que va a leerme.

            Pepe y L. fueron amigos porque coincidieron en tiempo y espacio y supongo que por determinadas afinidades de carácter. Luego, con el transcurrir, Pepe se aleja de L. primero y luego de aquel Pepe al que L. conoció y lo mismo sucede con L.. Y es que con el tiempo y el maldito devenir, uno no sólo pierde a los amigos sino que de alguna manera también se pierde a sí mismo para convertirse en esos otros muchos que se van sucediendo. De aquí el reencuentro imposible. Realidades distintas imposibles de conjugar.

No obstante, me queda la duda razonable de que  si nos sentáramos a conversar, coincidiríamos en lo felices que fuimos mientras fuimos aquellos niños, coincidiríamos en nombres y en topónimos de nuestro pueblo, y disfrutaríamos de un buen rato que no es poco, pero ¿ Y luego ? ¿Qué importa luego? Valdría la pena y punto. Ves Pepe, me estoy acercando a ti conforme voy escribiendo e incluso me va seduciendo cada vez más la idea de compartir contigo uno pocos vinos y cientos de recuerdos, pero mañana quizás ya sea tarde y opine de manera diferente, igual que les sucede a los  borrachos. 

De cualquier manera y a pesar de lo expuesto, en mi memoria,  Pepe y Lolo siempre tendrán un sitio destacado, y siempre habrá un momento como  esta noche, para recrear aquella infancia junto a vosotros. ¿Cómo olvidar aquellas tardes jugando a las siete y media y a la lotería junto a la mesa camilla con doña Basilia y con Choni, y el palitroque y las guerrillas y el juego con los huesos de albaricoque a los que llamábamos "huitis"?  

                                                                                        Julio 2006

 

 

jueves, 11 de febrero de 2021

CARTA A JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ

 

Carta a  José Luis López Vázquez


Admirado José Luis: Mira por donde, con ocasión del homenaje que mañana te brindan,  voy a tener la oportunidad de  ofrecerte este pequeño tributo en persona, uno nunca acaba de saber por qué se cruzan los destinos. Son cuatro palabras apenas.

He tenido, como la mayoría de los españoles,  la suerte o la desdicha de ver tus inevitables películas en blanco y negro y por una única cadena, sí,  aquellas que no teníamos más remedio que aguantar  porque no había donde elegir, pero también he visto las otras, las evitables. Te he visto envejecer como a mí mismo y he tratado de traspasar la imagen tópica del actor de algunas españoladas para quedarme con algo más que un bigote, unas gafas y una dentadura prominente. Más allá de la popularidad del actor y de una cierta familiaridad que nace de la complicidad que se establece entre actor y espectador, he querido y creído ver en ti a una persona distante, discreta, introvertida, tímida y con una cierta carga de melancolía, muy cercana a la que se desprendía del personaje que encarnabas, mirándose al espejo,  en aquella escena inolvidable de la película  “Mi querida señorita” .

Ellos, nuestros vecinos franceses, han tenido a Fernandel, a Bourvil y a De Funés, nosotros,  a José Luis,  a López y a Vázquez ( tres en uno). A pesar de la injusta cuota de distribución de películas españolas versus las norteamericanas,  para los de mi generación  los actores más conocidos, no fueron ni Gary Cooper ni Jimmy Stewart. Los más populares, sin duda ninguna, fueron los dos representantes genuinos del cine español, es decir, los dos que protagonizaron  todas las películas españolas: Fernando Fernán Gómez y José Luis López Vázquez. Hay que tener algo más que talento para conseguir lo conseguido por estos dos actores apellidados simplemente Gómez y López.

Más que un actor completo y de registros variados (que lo fuiste), más que un gran comediante (que lo sigues siendo), por esos juegos del azar y de los duendes, José Luis,  a partir de ahora, López-Vázquez con guíon,  has sido sobre todo,  uno de los referentes entrañables de la memoria colectiva de al menos dos generaciones de españoles  a los que nos queda para siempre, la risa  o la sonrisa, la emoción o la angustia  que nos provocaba aquel vecino del quinto que nos caía tan bien,  probablemente, porque no era ni alto, ni guapo, ni tenía demasiado éxito con las mujeres. 

                                                                       14/06/2002

*Esta carta se la entregué a JLLV en la comida homenaje en Algeciras

 

 

miércoles, 10 de febrero de 2021

CARTA A ALEJANDRO

Esta es un selección de cartas de mi libro Cartas y Cortos publicado en 2011 

    Me gusta, cuando camino solo y el tiempo lo permite, escribirle cartas a  cada uno de los seres por los que un día sentí más cosas además de cariño, esos seres convertidos en fantasmas de mi realidad interior, esa "no-realidad" en la que tan bien me desenvuelvo y tan a gusto me siento.

Carta a Alejandro

Querido Alejandro: Esta mañana cuando te he llevado al cole, me he emocionado como aquel primer día en que mi abuela Luna me llevó a la escuela francesa  de Larache, hace ahora cincuenta años. Verte a ti y a tus compañeros tan diminutos, tan indefensos e inocentes, tan dispuestos, tan obedientes  y risueños, quizás nerviosos, ¿Qué o en qué pensarían y cuál sería  su estado anímico? Mi querido nieto, han pasado tantos años desde que a mí me sucediera otro tanto en un  mundo en blanco y negro, no estoy seguro sabes, pero en aquella época los primeros días de colegio eran más grises y tristes que hoy día. ¿Sería que el tiempo se acompasaba con la oscura cotidianeidad?  Mlle Beniluz, la maestra y el pequeño Mustafa mi primer amigo en el cole y también años después, han vuelto de nuevo desde un rincón profundo de mi memoria. Cuánto tiempo, no sé si pensar que siento nostalgia, creo que no, pero no he podido evitar sentir el mismo nudo en el corazón y las lágrimas como entonces han brotado, aunque  de forma diferente por supuesto, quizás pensando desde el otro extremo, desde el mío de abuelo, en tu desamparo frente a lo extraño.  Antaño me sentí abandonado  y solo ante el peligro por vez primera. Quizás también recordando a mi abuela, recreando aquel día tan importante para mí, tan importante para ti hoy, he podido sentir todo tu cariño cuando me has apretado con tu manita, cuando me has mirado, me has transmitido tu ternura, he podido sentir incluso la impotencia de no poder comunicarme contigo para que me contaras tus emociones y sentimientos. Ha sido en fin, una mañana especialmente emotiva para un abuelo como yo, contemplando a su nieto como ese pequeño ser indefenso y tierno que era esta mañana. Un abuelo y un nieto difícilmente llegan a acercarse generacionalmente por la insalvable distancia que los separa. Tú siempre serás un niño para mí, lo mismo que yo un viejo para ti.  Mañana te escribiré una carta contándote cosas que leerás cuando seas mayor  o cuando yo ya no esté para mirarte desde la ternura que me inspiras.       

                                                                                  18-09-2001

 


Carta de un ciudadano corriente

  "Yo soy un hombre que ha salido de su casa por el camino, sin objeto, con la chaqueta puesta al hombro, al amanecer, cuando los gallo...